18 de octubre No shirt, no shoes, no problem
Esta frase lapidaria, que debe ser el eslogan de la isla, está por todas partes y la verdad es que refleja muy bien la actitud de
los beliceños y el ambiente de la isla. Belice fue en tiempos colonia inglesa. En la actualidad se sienten más cercanos a los Estados
Unidos. La población es una mezcla muy variada de criollos, descendientes mayas, ingleses y rastafaris jamaicanos… ¡esto está lleno
de rastas! Muchos son bilingües pero aquí se hablan cuatro idiomas: Inglés, español, criollo y otro lenguaje autóctono bastante extraño,
quizá garifuna.
El pueblo tiene tres calles principales paralelas a la playa y las llaman: La de enfrente, la de en medio y la de atrás…, tal cual,
sencillo y eficiente ¿verdad?, así nadie se equivoca. Hay mucho ambientillo por el día y por la noche también. Es temporada baja pero
hay música por todas partes aunque casi todos los bares y restaurantes están casi vacíos. La gente es muy alegre y cercana. Te saludan
todos aunque no te conozcan y te dan la bienvenida sin parar. La playa está repleta de muelles de madera con casas y palapas en los
laterales. Son clubs de buceo, restaurantes, compañías de excursiones o que organizan viajes de pesca.
En San Pedro apenas hay coches, todo son carritos de golf, lo que nos hace mucha gracia. Nos habíamos imaginado bicicletas y vespas,
pero suponemos que los carritos son más baratos y hacen mejor servicio. Aunque en Méjico hemos visto familias enteras en una vespa,
aquí por lo menos van más cómodos: caben cuatro, no se mojan y es menos peligroso. La vida aquí pasa despacio y hemos encontrado el
ambiente hippie y relajado que buscábamos y no encontramos en Isla Mujeres. La playa es como otra pequeña avenida, la gente pasea
de un lado a otro o monta en bicicleta. Ya nos hemos cruzado varias veces con un rasta que tiene un cachorro y al que le agrada charlar
con Sara.
Al mediodía comemos un pollo a la barbacoa de escándalo que sirven por cuatro dólares en el "Club de Leones de San Pedro" que es una
asociación que ya hemos visto en varios sitios y tenemos que averiguar a qué se dedican. El caso es que nos ponemos morados y volvemos
a la playa. ¡No hay mucho más que hacer! Aquí se vive en la playa. Vemos a unas niñas que quieren vendernos "joyas", como dicen ellas
y conversamos un rato. No saben dónde está España. Se lo explicamos, pero creen que hemos venido en coche desde allí.
En frente mismo de nuestro hotel algunos pescadores locales han vuelto de pescar, traen un montón de peces, los esparcen sobre el
muelle y los están limpiando. No damos crédito a lo que vemos cuando nos percatamos que en la misma orilla hay TRES RAYAS bastante
grandes dando cuenta de las sobras que tiran los pescadores. Vamos que ya no hacen faltan ni las gafas ni el tubo, podemos ver lo
del fondo del mar, aquí mismo en la orilla nadando entre tus pies. Parte del pescado se lo guisan a los turistas a la barbacoa y se
lo comen tan a gustito en la playa, el resto se lo regalan a los lugareños que esperan en corro con paciencia. ¡Qué gozada!
nos encanta el ambiente.
Al lado, unos niños vuelven del mar en una pequeña canoa en la que traen un pez grande y una langosta. Desde luego, aquí el que pasa
hambre es porque quiere. El mar lo trae todo hasta la orilla….y en tierra, cocos, muchos cocos. Eso sí, nocilla todavía no hemos encontrado….con
lo que las niñas se están aficionando al pescado, así que muy bien. Cenamos en un restaurante muy acogedor al final de uno de los
muelles. Todo riquísimo y a buen precio. En esto a aparece de nuevo el rasta del perrito, se sienta con nosotros, charlamos un rato
y se va. Así son las gentes de San Pedro. Dos horas más tarde, de vuelta por la playa hacia el hotel nos paramos en un garito donde
hay karaoke. Allí estaba por supuesto nuestro amigo el rasta con el perro, nosotros con dos niñas y medio pueblo. Aquí vale todo,
adultos, perros, niños, todos juntos a las diez de la noche cantando y bailando en un karaoke con naturalidad y nadie se extraña ni
le molesta nada. En una de las camisetas de los allí presentes se lee:
NO VENDAS TU LIBERTAD
PARA SATISFACER TUS LUJOS
¡¡VIVE CON SENCILLEZ!!
¡Qué maravilla y qué gran verdad! ¡Ojala hubiera más gente y más lugares así en el mundo! Reímos, bailamos y nos sentimos felices.
Es muy tarde, lo estamos pasando en grande y las niñas no se quieren marchar. Una relajante entrada en el ambiente criollo caribeño.
19 de octubre Inmersión en el Blue Hole
Luis se ha ido a las cinco de la mañana a bucear al Blue Hole, un lugar único en el mundo. Se trata de un agujero gigante en mitad
del mar de unos 325 metros de diámetro y más de 100 de profundidad. En su interior hay cuevas con estalactitas y estalagmitas enormes.
Algunas miden más de 30 metros de altura y hasta 4 metros de envergadura. ¡Es impresionante! Y por si fuera poco, para animar la excursión,
garantizan ver tiburones punta negra y a veces incluso grupos de tiburones toro y tigre. ¡Espero que vuelva sano y salvo!
Yo me levanto tarde con las niñas y aprovecho apara hacer deberes. Aparecen dos niños del pueblo que van por la playa vendiendo collares
que hace su madre y al final picamos y compramos una tobillera cada una. Luego damos un paseíllo corto por el pueblo porque a ratos
llueve torrencialmente.
Luis vuelve casi de noche. Está alucinado y bastante cansado. El Blue Hole se le ha maravillado y las otras dos inmersiones también
han estado muy bien. Ha visto varios tiburones de arrecife y un pequeño grupo de tiburones toro. Descansamos un poco en el hotel y
nos vamos a cenar al mismo restaurante del día anterior. Hoy había música reggae en vivo sólo para nosotros y otros dos clientes que
hay en la barra. El camarero, un negrito regordete del que ya nos hemos hecho amigos y que nos recuerda a "Mr. T" el del "Equipo A"
no hace más que mover el trasero al ritmo de la musiquilla.
En teoría mañana partíamos hacia Guatemala para ver Tikal, primero en barca hasta Belice City y desde allí en autobús hasta las ruinas.
Pero Luis está agotado, hace un tiempo horrible y a mí me da mucha pereza. Además, no hemos podido preparar el viaje así que decidimos
quedarnos un día más en San Pedro.
Qué bien que hemos traído los tapones para los oídos. La habitación del hotel tiene persianas venecianas y mosquiteras pero no tiene
ventanas de cristal con lo que, además de la música de los bares cercanos, se oyen los grupos de gente que todavía charlan en el muelle.
Gracias a los tapones dormimos todos como niños.
20 de octubre Aislados en Belice por las inundaciones
¡¡Menos mal que nos hemos quedado!! Resulta que las lluvias constantes provocadas por la tormenta subtropical bajo la que nos encontramos
han causado inundaciones importantes en la frontera con Guatemala y hoy no han salido los autobuses desde Belice City a Tikal. Si
nos hubiéramos ido hoy, hubiéramos tenido que pasar noche en Belice City, sin conocer nada ni haber reservado hotel y nos advirtieron
que esta ciudad era peligrosa. Así que pasamos otro día tranquilo, conectados "by the FACE" a Internet en un bar de la playa,
donde nos encontramos con Dale, uno de nuestros vecinos en el hotel con el que tenemos una de esas conversaciones sobre la vida y
las estrellas. Dale es otro personajillo más con los que te cruzas en estos rincones perdidos de la Tierra, que un buen día sentado
en su Porsche 911 decide que no está contento con su vida y que necesita tiempo para encontrarse a sí mismo. El resto no lo necesita
encontrar porque se lo llevó todo su ex-mujer de la que se divorció hace un par de años y se quedo con la mitad de la fortuna familiar.
Y aquí lleva tres semanas dedicado a reparar un velero que se compró por Internet y con el que piensa navegar por el Caribe 6 meses
mientras decide qué hace con su vida. Y nada mejor que una isla como esta para reflexionar, parar el tiempo y mirar el horizonte sin
preocupaciones: NO SHIRT, NO SHOES, NO PROBLEM. ¿Recordáis?
Ya vamos a todas partes descalzos porque básicamente vamos a todas partes por la playa. Además, si llueve no te mojas las sandalias
que luego tardan en secarse. O sea, que podemos ir en bañador y con un chubasquero, pero descalzos. Además la arena de la playa es
blanca, blanca y limpia, limpia. Pero aún así pisamos con cuidado, no vaya a ser que pisemos unos de esos cangrejitos transparentes
que corretean como locos por la arena. Como anochece pronto y diluvia otra vez, pasamos el resto de la tarde en la habitación
del hotel, viendo la tele, haciendo deberes y jugando con el ordenador.
21 de octubre Snorkel en la reserva marina de Hol Chan
Aunque se ven nubes a lo lejos, ha amanecido bastante bueno, así que hemos contratado una excursión para hacer snorkel en los arrecifes
de San Pedro. Montamos en la barca y en unos 20 minutos llegamos a Hol Chan, una reserva protegida en la que hay mucha vida marina
y no puedes tocar y mucho menos llevarte nada de debajo del agua.
Según nos tiramos de la barca con las niñas aparecen varios tiburones gato nadando alrededor nuestro a una profundidad de unos tres
metros. El agua es tan transparente que se ve todo muy nítido. De repente una de las niñas empieza a gritarnos con el tubo puesto
porque ha visto una tortuga marina ¡Es preciosa! Y allá vamos todos, nuestro grupo y el de otra barca dándonos manotazos y aletazos
porque todos queremos seguir a la tortuga que evidentemente nada más rápido que nosotros, hasta que un monitor asoma la cabeza y dice
algo así como: "Hey, Hey , Hey…¿Pero esto qué es, la Gran vía? Un poco de tranquilidad que nos vamos a dar con las aletas ¡No os emocionéis
tanto!
Después fuimos a otro lugar donde había rayas moteadas y más tiburones. A mí no me hizo falta bajar de la barca porque venían a ella
en grupo para comer lo que les echaba el monitor. Luis y las niñas se sumergieron y pudieron tocarlos desde el agua. Incluso había
una raya que parecía un perrito y se acercaba a Luis para que le acariciara. Las niñas lo disfrutaron muchísimo. Parece mentira como
se van haciendo a todo lo que les proponemos. Y a nosotros nos parece impresionante que con 7 y 9 años hayan nadado tan tranquilas
con tiburones.
El caso es que fue una excursión maravillosa en la que vimos tiburones, tortugas, corales, barracudas, morenas y peces de todo tipo,
¡vamos! que las niñas y yo hemos visto en un solo buceo de media hora más que Luis en sus 150 inmersiones con botella ¡Y por solo
20 dólares! A la vuelta, íbamos con el viento de frente y oyendo una extraña ópera que canturreaba uno de los americanos de
la barca que venía tan contento que se puso a cantar.
Por la noche, a cenar a nuestro local favorito en la playa, donde hoy había otro concierto en directo y mucho más ambiente. Mientras cenábamos nos encontramos con nuestros vecinos Michael y Brandon que venían a tomarse unas copas. Hablando con ellos deciden que a lo mejor se vienen con nosotros a Tikal. Hoy ha sido un día muy especial con un tiempo maravilloso.
A ver cómo amanece mañana…