La lava emerge en un naranja muy vivo por las fisuras en la roca. A veces el hueco por el que sale se enfría y se abren nuevas grietas.
La lengua de lava se va secando, hasta que empujada por la nueva que sale del volcán, se rompe en pedazos y se desmorona en grandes
rocas que caen dando vueltas hacia el valle. El espectáculo es único y la panorámica impresionante. Frente a nosotros contemplamos
las cumbres de otros tres volcanes. El Fuego, tras el que se esconde Antigua, el Agua y el Santiago, también en erupción.
Mientras nosotros charlamos con los guías y disfrutamos de las vistas al calorcito de las llamas, aparece un grupo de gringos que
sacan de una mochila unos marsh-mellows (nubes de golosina) que calvan en unos palos para tostarlos a la lumbre de la roca fundida.
Caminar por lava seca es complicado. Las rocas son puntiagudas y muy inestables. Si pisas mal puedes meter el pie en un agujero incandescente
o dejarte la piel hecha un mural picassiano. Afortunadamente no ocurrió nada. Pasado un rato emprendimos nuestra marcha de vuelta,
esta vez a pie porque es cuesta abajo. Las vistas son extraordinarias, digamos que casi como las de Amurrio en Álava.
De vuelta en la ciudad comimos un caldo de pescado delicioso y marisco fresco en un restaurante típico. (Amaya un filete, claro).
Cuando llegamos a casa, Angélica y las niñas ya habían vuelto. Charlamos sobre nuestras aventuras del día y, tras descansar un poco,
disfrutamos de nuestra última cena juntos.
3 de noviembre Camino a Costa Rica
Nos tenemos que ir. Nos da mucha pena, pero no nos queda más remedio que partir a Costa Rica. Hemos pasado unos días estupendos con
Javier y Angélica en Guatemala. En principio teníamos previsto sólo un par de días que se han convertido en casi una semana en la
que hemos visto infinidad de cosas.
Tras otro opíparo desayuno nos despedimos de Javier y Angélica nos acerca al aeropuerto. Cuando llegamos, ¡SORPRESA! Está Claudia
con sus hermanos esperándonos. Con lagrimillas en los ojos nos despedimos de Angélica, entramos para facturar y nos vamos a tomar
algo con Claudia y compañía. Fue un rato muy agradable en el charlamos sobre viajes y recordamos la estancia de Claudia en Madrid.
Aterrizados en San José, después de dar unas vueltas con las mochilas al hombro, cogemos un taxi a la Terminal de autobuses que está
en una especie de mercado. El cielo está gris y empieza a lloviznar……oooootra vez. El autobús que nos llevará a Manuel Antonio en
la Costa Oeste del país tarda nada menos que cinco horas. Es un colectivo que hace paradas por el camino. La gente se va subiendo
y cuando los asientos se terminan tienen que viajar de pie. Musiquillas varias, gente dando tumbos, niños llorando, las nuestras que
no paran de jugar y reírse…no hay manera de echar una cabezadita. Para estos casos es imprescindible el kit de viaje para dormilones:
Unos taponcillos para los oídos o en su lugar un buen MP3, una máscara de dormir y una almohadita hinchable. ¡Notaréis la diferencia!
Aquí Murphy es inexorable: "La posibilidad de que te toque un bebé llorón al lado es directamente proporcional a las ganas de dormir
que tengas".
En cada parada miramos por la ventanilla para cerciorarnos de que nuestras maletas, previamente atadas con una cadena de bici, no
salen antes de la cuenta. Ahora te dan un ticket numerados por cada maleta de modo que es difícil que te lleves algo que no es tuyo,
pero nosotros preferimos tomar todas las precauciones posibles.
Cuando llegamos a Quepos molidos, tomamos un taxi hasta el hotel MIMOS que habíamos reservado previamente y resulta ser un paraíso.
Estamos en temporada baja y nos dan una suite palaciega en una casita independiente de lo más coqueta y muy, pero que muy bien decorada.
Tenemos salón, cocina y terraza con yacusi y una piscina propia para nosotros solos rodeada por unos jardincillos tropicales muy bonitos.
En el complejo del hotel hay otra piscina más grande que también podemos utilizar. Los dueños, Rebecca y Giancarlo, nos atendieron
de maravilla.
Del 4 al 7 de noviembre En Manuel Antonio
El martes y el miércoles los pasamos descansando en el Hotel tan a gusto tumbados en las hamacas, dándonos algún que otro bañito en
la piscina o haciendo deberes en el porche. Sólo salimos a ratitos para inspeccionar los pueblos vecinos. Quepos y Manuel Antonio.
Quepos es bastante feo y no tiene nada que destacar, la aldea es un tanto caótica y la playa bastante fea, todo lo contrario que Manuel
Antonio que mira al mar con una playa espectacular entre palmeras y riscos cubiertos de maleza hasta la misma orilla. Nos pareció
precioso. Aún no sabíamos lo que nos esperaba justo al lado, en el interior del parque nacional del mismo nombre.
El jueves, después de unos días semi-lluviosos amanece despejado y nos vamos a visitar el parque natural de Manuel Antonio con un
guía sin el cual no hubiéramos visto ni la mitad de los animales que nos mostró: Perezosos, basiliscos (o Jesucristos, esos lagartos
que andan sobre el agua), tarántulas, ranas toro, monos, murciélagos, mapaches, saltamontes de colores, pájaros de todo tipo e incluso
plantas carnívoras. Llevaba unos binoculares especiales con los que pudimos ver los animales de cerca e incluso hacerles fotos. Las
niñas disfrutaron como locas y aprendieron una barbaridad. Como que existen dos tipos de perezosos: de 2 y de 3 uñas o cómo se distinguen
los machos de las hembras.
El parque está junto al mar y tiene unas playas espectaculares, de las más bonitas que hemos visto; vírgenes, blancas de aguas transparentes
y con palmeras hasta la misma orilla. Las fotos hablan por si mismas. Afortunadamente hizo un tiempo estupendo y gozamos del mar y
del sol durante todo el día.
El viernes también lo pasamos saboreando nuestros pequeños lujos en el Hotel. Al final nos quedamos dos días más de lo previsto en
Costa Rica porque estamos encantados con este lugar. El entorno es sobrenatural, el hotel de ensueño y la gente increíblemente amable.
Lo único la inestabilidad del tiempo. Tenemos que volver algún día.
8 de noviembre Volamos a Puerto Rico
Este día capicúa nos lo pasamos enterito de viaje. Nos levantamos a las cinco de la mañana para coger el autobús de cuatro horas a
San José y desde allí de aeropuerto en aeropuerto para volar a San Juan de Puerto Rico vía Miami. Llegamos al hotel a las 9 de la
noche. Palicilla de día, vaya.
Lo bueno es que mañana veremos a nuestro amigo y webmaster Antonio que va a pasar dos días en la isla. ¡Qué ganas de ver a alguien
conocido! Además creemos que nos trae un poco de jamón serrano, unas latitas de fabada litoral y… ¡¡NOCILLA!!. ¡Te queremos Antonio!
2 de noviembre Excursión al volcán Pacaya
Nuestro amigo Antonio nos recomendó subir a la cima del volcán Pacaya, un volcán activo cercano a Ciudad de Guatemala en el que puede
verse la lava incandescente saliendo de su cráter. Se lo comentamos a Javier y se animó a hacer la excursión con nosotros este domingo
mientras las niñas iban con Angélica a ver el estreno de High School Musical 3 y a almorzar en el centro comercial con sus amigas.
Al Pacaya se puede subir andando o a caballo. Los exploradores aguerridos escogen siempre la primera opción y los de poca monta, como
nosotros, elegimos la segunda. Y allí íbamos los tres montados en nuestros jamelgos partiéndonos de risa y algún que otro hueso de
la cadera. Llegados a un punto hay que continuar a pie, ¡vaya! y ¿por qué? con lo a gustito que se iba a la grupa de los potros. Desde
aquí vemos ya el cráter humeante del volcán. De vez en cuando se oyen pequeñas explosiones seguidas del sonido de las rocas desmoronándose
por la ladera. Emprendemos el camino hasta alcanzar el punto en el que fluye la lava. Es increíble la diferencia de temperatura entre
la falda de la montaña y aquí arriba y eso que hace un aire que corta hasta el pensamiento.