3 de diciembre El cólico nefrítico de Amaya
Ocho de la mañana y yo, Amaya me dispongo a ducharme, cuando de repente…¡¡AHHHHHHHH!! ¡Qué horror, me estoy poniendo malísima! ¡Qué
dolor! ¡Me da un COLICO NEFRÍTICO! Mientras Luis avisa a un médico de urgencias, las niñas tratan de ayudar dándome agua y poniéndome
los calcetines. El dolor es insoportable y casi me desmayo dos veces. Por fin llega el doctor. Me encuentra en la cama, bocabajo sin
poder moverme y entre lloros me inyecta algo fuerte que me alivia un poco. No le veo la cara porque estoy tumbada pero veo sus zapatos
¡Que me parecen super chulos y demasiado italianos para un boliviano! Pienso que si me distraigo con otros pensamientos me olvidaré
de este sufrimiento, pero es imposible. Lo único que quiero es que me droguen para no sentir.
Ya habíamos llamado a una ambulancia pero Oscar, el doctor, dice que es mejor irnos en taxi, que llegaremos antes ya que las ambulancias
en La Paz tardan una eternidad y el tráfico es terrorífico. Pedimos una silla de ruedas en el hotel y a pesar de los avisos del doctor
de ir suave y evitar golpes que me harán gritar de dolor, el mozo que me lleva es un poco torpe y se da contra el marco de la puerta,
choca con la entrada del ascensor y se come un montón de imperfecciones del suelo que normalmente pasan desapercibidas y para mí son
un suplicio. Oscar y Luis me ayudan a subir y al taxi donde continuo con más de lo mismo y encima vomitando. Oscar le dice al conductor
que vaya por una carretera mejor asfaltada, pero aún así me sigue doliendo. Con las niñas, Luis y Oscar atrás y yo delante retorcida,
atravesamos las caóticas callejuelas de esta polvorienta ciudad hasta la Clínica del Sur.
Al llegar me ponen oxígeno, me ven tres o cuatro doctores más y me hacen una tomografía. Me explican que hay varias piedras y que
van a intentar extraer todas las que puedan. Todos me tratan con mucho cariño y me explican muy bien lo que están haciendo. Ingreso
a las 10 de la mañana y a las 4 de la tarde ya estoy en quirófano.
No esperábamos tanto avance tecnológico en este lugar, sin embargo la operación fue por laparoscopia, muy limpia, con lo que sólo
tengo un punto en la cintura y la recuperación es más rápida. Resulta que esta es la única clínica en La Paz donde se practica este
método. Me entregaron en un bote de cristal los dos cálculos: el mayor, de 1cm y otro más pequeño de 2mm.
¡A la porra el plan del Salar de Uyuni y ya veremos qué pasa con el resto del viaje! Si no llegan a tener estos medios en el hospital
el Cirujano me explicó que me habrían enviado drogada de urgencias en el primer avión a Madrid porque no habrían cargado con la responsabilidad
de una operación de riñón abierta. El seguro médico probablemente también habría pedido el traslado.
Luis se lo toma con filosofía y empieza a hacer trámites además de dar las gracias por la suerte que hemos tenido… Podría haber sido
en alguno de esos pueblos de Dios, o en el barquito del lago Titicaca, o en el bus de 8 horas a Uyuni. ¡Hemos tenido mucha suerte!
Del 4 al 6 de diciembre Convalecencia en La Paz
Tengo tubos por todas partes: la sonda, el catéter de la epidural y la vía por la que me mantienen con analgésicos y antibióticos.
El personal es sumamente atento, las enfermeras son muy dulces y no dejan de llamarme ¿mamita?. Luis y las niñas vienen con un centro
de flores precioso y las niñas juegan un poco conmigo. Por suerte estoy sola en la habitación.
Los doctores nos explican que tengo que estar ingresada al menos cuatro días más. Luis anula los billetes de autobús y empieza a hacer
los trámites de la documentación para el seguro médico. En el hotel hay piscina cubierta y las niñas se entretienen un rato allí.
Yo me aburro como una mona en la habitación del hospital. La tele funciona mal y además son todo canales locales tan malos que parecen
vídeos caseros. Hay cuatro anuncios que se repiten constantemente, canales religiosos, telenovelas y de noticias que solo hablan de
la matanza de Pando en la que murieron más de 20 personas gracias a los conflictos internos que está creando su excelencia Evo Morales.
Pasan otros dos días iguales, de descanso y dieta blanda de sopa de quinua y pollito para comer y cenar, de mate a todas horas para
que beba y de idas y venidos en taxi de Luis y las niñas del hotel al hospital.
El viernes me sentía mejor. Me quitaron la sonda y me levanté de la cama con ganas de bailar una jota. Pero al ratito me mareé. Tendré
que ir más despacio. De estar tumbada todo el día tengo una distensión abdominal. La tripa se me ha hinchado un poco y está dura lo
que me retrae de comer y beber. Me dicen que tengo que dar paseítos, así que, con ayuda de las niñas, salgo al pasillo para caminar
un ratito.
Han venido a verme el urólogo y varios doctores más. En esto aparece un chico joven muy bien acicalado del que me suena la voz, pero
no reconozco la cara, aunque si los zapatos. Era Oscar, el médico de urgencia. Hasta ahora sólo le había visto de rodillas para abajo.
¡Vaya, por fin nos vemos las caras! ¡Qué persona tan entrañable! Las niñas le llaman ¿el médico turista? por su forma de vestir. Desde
luego se aleja bastante del perfil de médico tradicional, más bien mayor, con gafas y un maletín de cuero en las manos. Oscar fue
muy atento y amable. Me agarraba de la mano todo el rato y no dejaba de decirnos que estaba a nuestra disposición.
Por la tarde Luis me va informando sobre los avances con los cambios de billetes de avión y el papeleo del seguro. Las niñas me cuentan
que se han bañado en la piscina del hotel y juegan a darme de comer. Una mención especial merece el seguro médico de World Nomads que
contratamos. Fueron rápidos, eficientes y muy atentos. Nos cubren la estancia en el hospital, el hotel, las comidas, los taxis, es
decir… TODO.
El sábado por la noche me traen una compañera: una señora que se ha abierto la cabeza en un accidente de tráfico y que entra llorando
y quejándose. A la una de la madrugada llega un tropel de familiares, como ocho, todos juntitos llorando en la habitación. Ellas se
llaman unas a otras...¡mamita! y parece que ella iba en un taxi con más gente y se les vino un autobús encima, cosa que no me extraña
nada viendo cómo conducen aquí.
La pobre mujer no deja de llorar y lamentarse durante toda la noche. ¡¡NO PEGO OJO!!. Cuando la traen de quirófano al mediodía entra
todo el batallón familiar y se arrodillan todos alrededor de la cama para rezar. Yo me voy a dar un paseo con música en el móvil.
Por la tarde vienen Luis y las niñas. Afortunadamente mi compañera ronca como una bendita. Mañana me dan el alta
7 de diciembre Como que sí, pero no
Pues no, como es domingo, no me dan el alta todavía. ¡Qué rollo! Más sopita y pollito… ¡¡ME MUERO POR UN VASO DE LECHE O UN PERRITO
CALIEEEEEENTE!!
La señora de al lado está más serena. Luis y las niñas pasan un día tranquilo en el hotel y vienen por la tarde. Vemos
las opciones que tenemos para llegar hasta Santiago de Chile.
8 de diciembre Al fin nos dan el alta
Por fin el alta. Me encuentro bien aunque muy débil. Una vez en el hotel, una ducha divina, ropa limpia y descanso. Por la tarde salimos
a dar un mini paseo cerca del hotel, a la iglesia de los dominicos frente a la que han instalado el mercadillo de Navidad, vamos,
como en la Plaza Mayor. No llevamos nada, ni carteras, ni bolso, ni cámara y a las niñas las llevamos con las pulseras dobles atadas
a nuestras muñecas. Por lo visto te rajan los bolsos para llevarse lo que haya dentro. No os imagináis el caos de esta ciudad, nueve
de cada diez vehículos son busetas de transporte. El tráfico es absolutamente anárquico. No paran en los pasos de cebra, se montan
y se bajan en mitad de una avenida de tres carriles y la gente pasa como hormigas esquivando el tumulto de coches. ¡Horroroso! Hay
mucho indígena entre el gentío y el paseo de veinte minutos se hace un poco estresante, pero nos ha gustado mucho la iglesia y el
mercadillo nos trae recuerdos caseros.
REFLEXIONES: Bolivia
Pues lo que hemos visto nos ha parecido desolador. Las ciudades son horriblemente feas, con casas de adobe o de hormigón sin terminar,
hay pocos parques, apenas árboles y sus gentes son lentas en reaccionar, como los demás indígenas. Hay que repetirles las cosas varias
veces y obtener la información con sacacorchos. Negociamos todo, por supuesto. No beben leche y al servirte te ponen siempre lo mínimo.
Las servilletas son como de risa y hay que pedir constantemente un poquito más de todo. Sin embargo, las vestimentas son bien llamativas.
Nos llaman la atención las farmacias pues hay tantas como bares en España, son luminosas y abiertas y te venden las medicinas por
blisters, no por cajas y sin prospecto claro.
Sabemos que Los Yungas y Coroico, cerca de La Paz, son lugares más verdes y atractivos pero no creemos que Bolivia sea un país para
repetir. Pero esto nos sirve para enseñarnos, sobre todo a las niñas, cómo el ser humano se adapta a todo y cómo hay otras culturas
que viven con mucho menos que nosotros y que tienen unas vidas tan distintas. Nos vuelve el sentimiento de “To belong or not to belong,
this is the question” Es decir, todos pertenecemos en cierto modo al lugar donde nacemos.
La visión de las niñas
De momento ellas creen que allí donde hay indígenas ¡es el mismo país! Para ellas todos son morenitos, con los pies y las manos sucias,
bajitos y con las caras iguales. Pero viven el presente aunque hay un tema que les preocupa bastante y es dónde vamos a dormir y qué
vamos a comer. Ya se van acostumbrando a probar cosas nuevas, pero de vez en cuando llevan mal lo de tener que buscar alojamiento
en el día. Por otro lado no les sorprenden las maravillas naturales en la misma medida que a nosotros, ven otros detalles, sobre todo
los bichos y animales que nos encontramos por el camino.
Hemos decidido darles una paga durante el viaje porque les gusta tener independencia para comprar sus caprichos (unas galletas, un
boli de colores, una pulsera) y así además de practicar matemáticas con el tema del cambio, empiezan a apreciar el valor del dinero:
cuando no tienes, ¿no puedes comprar?