9 de diciembre Camino a Chile. Del altiplano a la costa
Madrugamos y a las seis de la mañana estamos todos en la estación de autobuses para irnos hasta Arica en Chile. Son cinco horas de
autobús que Amaya aguanta bien. El viaje es cómodo a pesar de los largos trámites de la aduana en pleno altiplano. El paisaje es impresionante
por las elevadas montañas, la aridez de la estepa y las llamas que están por todas partes. No vemos ni un solo árbol y hay nieve en
los picos.
Por fin llegamos a Arica donde podemos apreciar que hemos cambiado de país. Las casas no son de adobe si no de ladrillo y ¡TIENEN
FACHADAS! En la cafetería de la estación comemos unos platos combinados buenísimos y baratísimos, por ejemplo lomo a lo pobre que
incluye un churrasco con patatas, huevos fritos y ensalada por menos de 6 euros.
Además, con el cambio horario ganamos dos horas. ¡ANOCHECE A LAS 9 DE LA NOCHE! no a las 6 como en Bolivia. ¡VIVA CHILE! ¡Qué ganas
teníamos de llegar! Aunque Arica es una ciudad costera al borde de un desierto, el centro tiene vidilla y hay una calle peatonal muy
animada, con gente normal, que viste normal y con unos restaurantes y establecimientos normales.
El dolor del riñón vuelve pero parece que los analgésicos lo mitigan un poco.
10 de diciembre Llegamos a Santiago de Chile
Volamos a Santiago de Chile. El paisaje desde el avión sigue siendo desértico y pensamos que quizá no nos hemos perdido tanto al saltarnos
San Pedro de Atacama y el Salar de Uyuni. Poco antes de llegar a Santiago el panorama cambia y empezamos a divisar algo de verde allí
abajo. Sara grita: ¡Mamá, veo césped! Ya nos cambia la cara un poco.
Llegamos a nuestro hotel y a las niñas les parece una casa de muñecas porque está todo decorado con papel pintado y muchos detalles
de coleccionista. Nos recuerda un poco a París. Está muy bien ubicado, en pleno centro con vistas al cerro Santa Lucía. Santiago
nos gusta, ¡nos gusta mucho! No vemos el caos de Lima, ni La Paz, la gente camina tranquila, se respetan los semáforos. Hay avenidas
con árboles, un río, museos, parques… Estamos encantados de volver a la civilización.
Luis y las niñas vamos a dar un paseo mientras Amaya se queda descansando. Hay un parque con columpios cerca del hotel.
Santiago se parece mucho al Madrid de los 70, es como colarse en un capítulo de "Cuéntame". Por sus tranquilas calles pasea gente
sencilla y junto a sus jardines se ven vendedores ambulantes con carritos repletos de caramelos y palomitas. En la plaza tras el Museo
de Arte encontramos unos aprendices de malabaristas con pinta hippie ensayando junto a la estatua del caballo de Botero. La ciudad
tiene un aire bohemio que te conquista a los pocos segundos.
Cuando volvemos, Amaya sigue tumbada en la cama. El dolor del riñón ha vuelto por la tarde. No sabemos muy bien por qué. Subimos la
dosis de analgésicos y se mitiga un poco, pero no acaba de pasársele. Las niñas y yo cenamos en el restaurante del ático. Mucho nos
tememos que mañana tendremos que pasar por urgencias de nuevo.
11 de diciembre Igual nos tenemos que volver a Madrid
Y efectivamente. Como el dolor no remite, nos vamos a urgencias donde nos atiende el Dr. Velasco jefe de Urología nada menos. Le mostramos
los informes médicos, comentamos que tengo un catéter interno que hay que retirar en los próximos días y que tengo dolores muy fuertes
desde ayer por la tarde. El Doctor se sorprende de lo bien que han actuado en Bolivia.
Me vuelven a chutar algo tan fuerte que no siento nada y me hacen otra tomografía. Han encontrado más piedras diminutas, probablemente
desprendimientos al sacar la grande de 1cm. Sin embargo creen que es el catéter el que causa el daño y deciden citarme por la mañana
para extraerlo. Tenemos un vuelo a Temuco en el distrito de los lagos mañana por la tarde. Por otro lado, si el tema no se soluciona
o vuelven a ingresar a Amaya probablemente tendremos que suspender el viaje. ¡¡No sabemos qué hacer!! Se nos pasa por la cabeza de
todo pero no queremos volver a Madrid por nada del mundo, así que confiamos en que al extraer el catéter se solucione todo.
Como sigo sedada y ni siento ni padezco, por la tarde nos vamos a ver un poco la ciudad y a un centro comercial para que las niñas
se entretengan en un sitio de bolas o algo. Encontramos una carpa donde hacen manualidades y allí se quedan encantadas mientras nosotros
tomamos algo y paseamos para tranquilizarnos y no pensar. Vamos a una oficina de LAN para intentar retrasar el vuelo que tenemos del
Calafate a Buenos Aires porque de lo contrario nos quedaremos sin ver el Perito Moreno, pero no hay opción. Todos los vuelos están
completos. Nos quedamos con un margen demasiado estrecho para ver la Patagonia, eso si llegamos hasta allí.
Intentamos ponerle al mal tiempo buena cara y por la noche cenamos en uno de los restaurantes del barrio de Santa Lucia. Comienza
el verano y las calles se llenan de terrazas con grupos de música alpina o tercetos de corte clásico. El ambiente es muy agradable.
Amaya aguanta el tipo, pero hay algo que no va bien…
12 de diciembre Extraen el catéter y....
Amaya se va al hospital a las ocho de la mañana y yo me quedo con las niñas para que puedan descansar. Después de esperar cuatro horas
por problemas burocráticos, por fin le extraen el catéter. Agotada, vuelve al hotel. Tenemos el siguiente vuelo a Temuco a las seis
de la tarde y aunque el Doctor piensa que no hay problema para volar, nosotros no estamos muy convencidos.
Al rato comienza otra vez un dolor bien fuerte. Llamamos al urólogo y le recomienda a Amaya una "tina caliente" (ducha) que al principio
confundimos con una "tila caliente". Parece ser que es por la inflamación del uréter al retirar el catéter, es normal que sienta dolor
un par de días. La ducha caliente dilata los conductos y relaja. Llamamos al Dr. Valdés de Bolivia para mantenerle informado y pedirle
que nos recete un calmante más fuerte. Coincide en el diagnóstico y también nos recomienda más reposo. Son las 4 de la tarde y a las
5 deberíamos salir hacia el aeropuerto pero Amaya no se puede mover del dolor. ¡¡Estamos desesperados!! ¿Qué hacemos? ¿Se pasará
o no? ¿Anulamos el vuelo? ¡Solo faltan 2h! ¿Tendremos por fin que volvernos a Madrid?... Bufff, ¡Que agobio!
La ducha alivia pero al final lo que realmente resulta es la Buscapina que traía Amaya en su botiquín. ¡Qué previsora! El dolor empieza
a bajar y desaparecer poco a poco. Amaya insiste en continuar y, como si lleváramos una viejecita a cuestas, nos vamos en taxi al
aeropuerto. Allí pedimos una silla de ruedas y nos embarcamos hacia Temuco. Luis ha reservado un hotel muy bueno y al aterrizar nos
vamos en taxi directamente para allá. Parece que la noche va a ser más tranquila.
Seguimos pensando que si el dolor no desaparece y necesitamos ir a urgencias otra vez, es posible que nos manden a Madrid, pero de
momento no queremos ser negativos y si hay que descansar más días y saltarse algo, lo haremos.
13 de diciembre ¡¡ Decidido !! Seguimos adelante
Hemos dormido como reyes y Amaya se encuentra muy bien. Necesitaba descansar. Desayunamos opíparamente en el hotel y nos bañamos en
la piscina. El paisaje ya es como Asturias, muy verde, con montes y muchos árboles. ¡¡Qué maravilla!! Al mediodía nos vamos en nuestro
cochecito a Pucón, uno de los sitios más conocidos de la región de los Lagos. Enseguida vemos a lo lejos el volcán Villarrica, con
la cumbre nevada y nos sentimos cada vez mejor.
Llegamos al pueblecito de Villarrica a orillas de un lago gigantesco con unas espectaculares vistas del volcán. Nos llama la atención
que todo está muy tranquilo y que a pesar de ser verano, apenas hay viajeros, ni infraestructuras turísticas. ¡Pero si el lugar es
idílico! Comimos en un restaurante (Restorán como dicen aquí) junto al lago y seguimos nuestro destino hacia Pucón. Preguntamos por
sitios para dormir. Aquí apenas hay hoteles, la mayoría son cabañas de madera, equipadas con cocina y todo lo necesario.
Tras mirar las pocas alternativas asequibles que hay en el pueblo, nos decidimos por unas cabañitas de cuento con unos alrededores
de morirse de gusto. Los jardines están muy cuidados y con el lago enfrente el escenario no puede ser más atractivo. El complejo es
una maravilla; lleno de hortensias de colores. Las cabañas tienen dos plantas y son una pocholada. Las niñas se ponen como locas cada
vez que tienen un espacio para ellas solas.
A Amaya se le han pasado todos los dolores aunque no se separa de la Buscapina. Por la tarde nos vamos al pueblo a hacer la compra
para cenar en la cabaña, nos bañamos y paseamos por Pucón, uno de los rincones más entrañables y bonitos del planeta.
14 de diciembre En territorio Mapuche
Apabullados por tanta belleza natural no sabemos ni dónde ir. ¡Todo es bonito! Lo más cercano es el volcán Villarrica, así que allá
nos fuimos. Muchas de las carreteras de esta región son de ripio, como dicen aquí cuando están sin asfaltar, y nosotros vamos en un
VW Polo al que de una forma u otra, transformamos en un todo terreno. Subimos hasta donde acaba el camino y encontramos un remonte
de esquí algo anticuado. Desde allí vemos todo el valle con el lago al fondo y las montañas alrededor. Nos sentimos como Heidi y Pedro,
acompañados de dos Copitos de nieve, Sara y Ainhoa, que no dejan de dar brincos.
La impresión que tenemos hasta ahora de Chile es como la España de hace 40 años. No se ven grandes coches, ni Mercedes, ni Audis,
sino más bien utilitarios japoneses y el ambiente es en general muy tranquilo. Tampoco vemos pobreza, como en Méjico, en Perú o Bolivia
y la densidad de población debe ser muy pequeña con una clase media muy amplia.
Ahora estamos en territorio MAPUCHE, el nombre de los pobladores oriundos de esta parte de América, y se nota sobre todo en los nombres
de los lugares, que son todos indios: También sus gentes tienen rasgos físicos característicos como pelo liso negro, tez oscura y
caras alargadas con nariz pronunciada. Se les distingue bien aunque van vestidos como nosotros. Muchos de ellos venden artesanía.
A finales del siglo XIX y principios del XX hubo una fuerte inmigración de alemanes y suizos a esta zona, lo que influenció bastante
en la gastronomía y la arquitectura. La mayoría de las construcciones son de madera y pizarra. Viajando por los campos parece que
estamos en los países bajos con las típicas granjas de casitas de madera y techo curvo, visillos de lino blanco en las ventanas y
campanitas. Hay una extraña mezcla de estilos americano, alemán y local muy curiosa y reina el gusto por los detalles y el cuidado
del entorno. Todos los jardines están arreglados y con flores por todas partes. El campo es un vergel de todo tipo de árboles; encinas,
abetos, eucaliptos… salpicados por grandes prados llenos de vacas limpias y hermosas. También hay caballos, ovejas regordetas y sobre
todo halcones que aquí abundan tanto como en España las palomas.