15 de diciembre Camino al Sur
Bajamos del volcán y partimos hacia Lican Ray, un pueblecito a orillas del lago Calafquen. Tomamos nuestro pic-nic en la playa y luego
Luis y las niñas se montan en una barca de pedales para acercarse a una isla próxima que hay en el lago. Las playas aquí no son blancas,
si no grises ya que toda la zona es de origen volcánico. El coche ha cambiado de color; entre el terreno y las carreteras sin asfaltar,
se ha vuelto de color marrón. Estamos tragando más polvo que en una corrida de toros.
Como si hay algo que abunda aquí son lagos y volcanes, por la tarde visitamos la población de Panguipulli, a orillas del lago del
mismo nombre. Son bonitos los nombres mapuches ¿verdad? Estamos maravillados con el paisaje pero se nos hace tarde para ir a la reserva
de Huilo Huilo donde por lo visto hay un salto de agua impresionante y un hotel llamado "La montaña mágica" que tiene forma de volcán
y del que brota un chorro de agua en vez de lava desde su cumbre. ¡Qué lástima! De todas formas ha sido un día muy completo. Otra
vez será.
Volvimos a Pucón justo al atardecer (diez de la noche) para dar una vuelta y cenar en la cabaña. Qué bien vamos a dormir, en estas
camas tan cómodas, con estos edredones gorditos y cada uno en su habitación.
Hoy seguimos nuestro camino hacia el Sur. En un país como Chile las indicaciones de las carreteras son muy sencillas; siempre pone:
"Al norte" o "Al Sur". Aunque lo intentamos con todas nuestras fuerzas, somos incapaces de ponernos en carretera antes de las 10 de
la mañana. Menos mal que el día es largo.
¡Houston tenemos un problema! Nos hemos dado cuenta de que no podemos pasar a Argentina para ver Bariloche con el coche que hemos
alquilado. Esto no es Europa chicos y el asunto de las fronteras sigue teniendo su miga. Para pasar a Argentina hace falta una autorización
notarial del dueño del vehículo y resulta que los de Avis tienen sus coches en leasing y tardan 9 días en tramitar el permiso con
el dueño que en realidad es un banco. Sólo Hertz tramita el permiso en el día pero hay que pagar 90.000 pesos (unos 120 dólares) y
además cambiar de coche. Además sigue pendiente el cambio del vuelo a Buenos Aires. Un follón, vamos, pero esperamos encontrar una
solución.
Después de varias gestiones salimos hacia Valdivia en la costa, ciudad que hace honor a su descubridor, Pedro de Valdivia y descrita
en la guía como una de las más bonitas de Chile. Todavía no entendemos por qué. Encontramos un hotel rápidamente, El Encanto del Río
y damos un paseo muy agradable por la ría que sale al mar en la se ven lobos marinos a pocos metros tumbados en las aceras y un mercado
de pescadores al aire libre con mucho ambiente y donde venden un marisco excelente a precios irrisorios.
El punto de la cintura de Amaya ya ha cicatrizado y se puede mover bien, aunque todavía no está para caminatas. Poco a poco.
16 de diciembre Valdivia y la costa del Pacífico
El jardín botánico de la Universidad de Valdivia, al otro lado de la ría, es simplemente espectacular. Caminamos con las niñas y aprovechamos
para que aprendan los distintos tipos de árboles y paisajes. Como la ciudad no tiene mucho que ver nos fuimos por la costa. Nos recuerda
mucho a Asturias y Galicia Agreste y virgen con las grandes olas del pacífico en pleno esplendor. Playas en bahías desiertas rodeadas
de eucaliptos hasta la misma orilla donde aún se conservan antiguos fuertes españoles como los de Niebla y El Corral. Nos sorprende
que siendo tan bello, este tan poco explotado para el turismo.
De camino encontramos una finca de juegos infantiles, donde casualmente había una fiesta de carabineros y todas las atracciones son
gratis. (Carabineros es como llaman aquí a los policías. No olvidéis el famoso dicho: "Un chileno no deja de ser un italiano que se
cree inglés"). Nos colamos, como en la fiesta de Mecano, y las niñas se lo pasaron bomba en las camas elásticas, en las tirolinas,
los karts y el minigolf……Pobres, se lo merecen después de tantas horas de coche.
Al volver a Valdivia empezamos a hacer cábalas y gestiones para ver cómo hacemos el cambio de coche, el coste del permiso versus el
coste de ir a Bariloche en bus, etc. El caso es que lo primero que consiguió Mr. Soluciones fue retrasar al fin el vuelo a Buenos
Aires desde Calafate, con lo que ganamos dos días para ver tranquilos las Torres del Paine y el Perito Moreno. Después a la
estación de autobuses para ver precios y horarios y luego a Avis, y luego a Hertz… ¡Qué mareo!
Finalmente cambiamos de rentacar e iremos a Bariloche por nuestra cuenta. Algo más caro a cambio de mucha más libertad. Mientras Luis
se encarga de esto, nosotras nos vamos de compritas: ropa interior, un pijama para Sara, camisetas nuevas……
Agotados decidimos dormir una noche más en Valdivia y mañana salimos tranquilos para Puerto Octay, otro pueblo con lago, el Llanquihue
y un impresionante volcán, el Osorno que compite en belleza con el mismo monte Fuji de Japón.
17 de diciembre Puerto Octay
Salimos para Puerto Octay y de camino paramos en el Lago Ranco. Qué vistas, qué fincas, qué montañas, qué pájaros……Estamos alucinados,
nunca hemos vistos unos paisajes más de cuento (bueno, en Azores eran igual de impresionantes). En uno de los pueblos del lago hay
anunciadas unas termas y paseos a caballo, así que allá vamos. La finca está en un paraje increíblemente bonito. Ya no tenemos adjetivos
para describir lo que vemos porque todo, absolutamente todo es impresionante. No se puede contar, hay que verlo.
Mientras nos preparan los caballos, vemos unos saltos de agua y comemos de pic-nic. Al volver Sara monta en un caballo y Luis y Ainhoa
en otro, pero al ver que no dominamos a los podencos, decidimos dejarlo para mejor ocasión. Opción B, las niñas se bañan en las termas
mientras Luis y yo hacemos fotos y nos tomamos un zumo de frutilla (fresa).
Seguimos nuestro camino hasta Puerto Octay que, para nuestra sorpresa, es bastante pequeño y rural. El primer sitio que vimos para
dormir resultó ser una casa alemana, encantadora, acogedora, toda blanca por dentro, con suelos de madera, florecillas en las ventanas,
edredones blancos con bordados de hilo, juego de plata en el desayuno y nueve hectáreas de jardín, con caballo y oveja incluidos…….hasta
el nombre es sugerente: "Vientos del sur" Por Dios, ¡Qué casa tan bonita!
Yanko, el chico cubano superamable que nos atiende, recomienda cenar en el Espantapájaros. Ya nos esperamos cualquier cosa. Cada lugar
que descubrimos tiene algo para sorprendernos. El restaurante es una granja con praderas que llegan al lago y desde el que hay unas
vistas privilegiadas del volcán Osorno. En las praderas corretean las llamas, ovejas, jabalíes y los emúes.
La casa es toda de madera, con pinta alemana y el dueño también lo es, así como el buffet y la carta. Es todo muy familiar y aunque
solo hay otras dos mesas ocupadas, el ambiente es muy acogedor, con villancicos de buena calidad como música de fondo.
18 de diciembre Yanko y el Viento del Sur
Decidimos no volver a Valdivia a dormir y nos quedamos en nuestra casita alemana otra noche. Nos tomamos el día con calma para subir
al volcán Osorno y a ver los saltos de agua de Petrohué.
En la ladera del volcán Osorno hay una estación de esquí con los remontes en funcionamiento y una acogedora cafetería con vistas,
así que llenamos los estómagos primero y subimos luego a hacer una guerra con bolas de nieve, que este año la estamos echando mucho
de menos. El cono del volcán Osorno es casi perfecto y su cumbre está nevada incluso ahora en verano.
Al llegar encontramos una pequeña cruz con campanitas en recuerdo de un muchacho belga que desapareció aquí en 1985 a los 18 años
de edad. Hacemos una resta fácil y nos damos cuenta que nació en 1967, el mismo año que Amaya y yo. Le imaginamos adolescente como
nosotros en esa época y lleno de sueños que quizá no pudo cumplir, lo que nos hace reflexionar unos minutos sobre lo imprevisible
y frágil de la vida.
Continuamos por estas carreteras de ripio que nos tienen ya un poco hartos. Los baches hacen que Amaya se resienta un poquito de la
herida del riñón que a este paso va a cicatrizar a lo TETRIS. Descansamos cuando podemos y aunque los caminos no son demasiado malos,
se hacen incómodos. Así que ya sabéis, si venís a la región de los Lagos, alquilad un 4x4, que lo notaréis.
Los saltos del Petrohué quedan junto al pueblo del mismo nombre a la falda del volcán y no son muy grandes. Sin embargo sus aguas
de color turquesa forman unos rápidos que fluyen con fuerza terminando en unas bonitas cascadas. La vista con el volcán de fondo
es fabulosa.
De vuelta al hotel Yanko nos prepara un caballo para ir a montar por la finca. Es un potro de color pardo del que no se separa un
minuto una ovejilla recién esquilada. Yanko nos explica que nacieron el mismo día y que siempre andan juntos, de modo que caballo,
oveja, niñas, casero y parejita madrileña, juntos también según la tradición, paseamos al atardecer por las tierras de los Vientos
del Sur.