23 de febrero Nuestra casita de papel
Por la mañana completamos la ruta del National Pass con Burt y Becky. Hoy hace mejor día y podemos sacar mejores fotos del paisaje.
Ainhoa y Sara deciden hacer de guías y les enseñan los miradores, les explican las cascadas y les muestran el lugar del castañazo,
todo en inglés claro. Ellos se sorprenden del desparpajo y del nivel de inglés de las niñas. Sara entiende y habla perfectamente,
mientras Ainhoa aprende nuevas expresiones y mejora increíblemente día a día. Las dos les hablan y contestan preguntas en inglés sin
problema. Comemos juntos de picnic y se despiden de nosotros para coger el tren de vuelta a casa de Rob pues ellos se quedan
un día más.
Nosotros nos acercamos a Katoomba y buscamos hotel lo primero. El alojamiento es bastante caro en la zona y aunque hay un albergue
fuera de serie el precio resulta muy elevado para cuatro personas. Después de preguntar en tres o cuatro sitios, nos encontramos con
una peruana amabilísima que regenta un hotel que está completo. Nos dice que si tenemos coche nos puede ofrecer una casita que tiene
en la montaña unos nueve kilómetros más adelante. Nos da las llaves para que la vayamos a ver. Cuando llegamos, no nos lo podemos
creer. Es una cabañita supercuca al borde del bosque con terraza, dos habitaciones independientes, un saloncito y cocina totalmente
equipada. Es de cuento. Nos encanta. Volvemos a Katoomba, Luis negocia un buen precio y nos quedamos tres días en nuestra casita de
papel.
24 de febrero Relax en Blackheath
Hoy disfrutamos de la cabañita de la montaña. Las niñas nos preparan el desayuno y vagueamos un poco, leemos y hacemos deberes. Hace
un día soleado y se está divinamente en la terraza.
Después de comer salimos a unos columpios y visitamos los miradores menos conocidos de las Blue Mountains. Desde uno de ellos parte
una ruta que baja hasta lo más profundo del valle y discurre por el fondo del barranco. Son cuatro horas de excursión, pero el plano
promete y nos parece interesante para hacerla mañana. Al anochecer cenamos de lujo comidita casera y nos vemos una peli todos juntos.
25 de febrero La ruta de Canyon Pass
Salimos hacia el mirador de Evans donde comienza la ruta de Canyon Pass. Después de una buena bajada por un bosque semi-tropical el
sendero empieza a discurrir a lo largo de un pequeño río que se interna en el cañón. Al principio pensábamos acortar la excursión
y hacer solo una parte, pero nos quedamos tan sorprendidos con la belleza de este paraje que decidimos terminar las cuatro horas de
caminata. Nos encontramos en un cañón impresionantemente bonito, con una espléndida vegetación de bosque lluvioso y una auténtica
senda de descubridores que en algunos puntos desparece y hay que andar entre las rocas del río, cruzar por en enormes troncos caídos
o atravesar cuevas bajo pequeñas cascadas. El paseo es un completo deleite que las niñas disfrutan haciendo de exploradoras. Menos
mal que llevamos unas patatas fritas, cacahuetes y una botellita de agua porque la última parte del camino es toda de subida hasta
la plataforma de la meseta del cañón y sufrimos para llegar al final, pero nos quedamos con el buen sabor de boca de haber descubierto
un sendero de los más bonitos del viaje.
Comemos en nuestra casita, descansamos y a última hora nos vamos al albergue juvenil a conectarnos a Internet por un rato. Estamos
tan a gusto que no sabemos si quedarnos más días en la cabaña sin hacer nada o irnos hacia la playa para cambiar de entorno y ver
algo diferente. Al final vence la opción costera, para lo que hay que ampliar el alquiler del coche y cambiar el billete que teníamos
para el 28 de febrero al día dos de marzo. De esta manera podemos estar en la playa más tranquilos y damos un pequeño margen a Steve
y María que están de mudanza.
26 de febrero Vamos a la playa....ooooh, ooooh, ooooh, ooooooh...
Nos dirigimos a las playas al sur de Sydney a unos 110 Km de la ciudad. El paisaje costero de Australia es de cuento, con césped
verde ordenador, mar azul de película y playas blancas caribeñas…todo tan meticulosamente ordenado que parece falso y nos resulta
soso. Toda la costa es exactamente igual…y las casas y las carreteras…todo precioso pero sin gente, parece uno de esos cementerios
con el césped escrupulosamente cortado por donde no camina nadie. Se ven tan pocas personas que llega a ser angustioso.
Comemos en una pradera con merenderos frente a la playa y nos ponemos el traje de Indiana Jones para comenzar, oooootra vez, nuestra
aventura “En busca de la habitación perdida” Tras CUATRO largas horas preguntando en campings y en moteles. O están llenos (tema que
nos sigue alucinando porque no sentimos a nadie) o son carísimos. De 75 a 80 Euros por una cabina tipo barracón. Por lo visto hay
algún evento deportivo y todo Sydney se viene para acá el fin de semana.
Ya casi de noche, llegamos por fin al pueblo de Kiama, donde encontramos un Holiday Park en el que nos ofrecen un cabina algo más
económica. El camping está ubicado en un entorno privilegiado ocupando una ensenada con playa privada, piscina con cascadita y río
con patos. Es caro para nuestro presupuesto pero se nos echa la noche encima y estamos agotados. ¡Nos quedamos!
27 de febrero Paso del ecuador del viaje ¡Hoy hace 6 meses que salimos de Madrid!
Pasamos la mañana disfrutando de la piscina mientras Luis se va a por gasolina y de paso indaga un poco a ver si encuentra algo más
asequible. ¡Y lo encuentra! 15 Km más al sur, por el mismo precio tenemos una cabaña de lujo el triple de grande y hasta con SPA.
Aunque el camping no está en la misma playa, se llega en 10 minutos.
Nos mudamos mañana y tenemos pensado celebrar nuestro pequeño aniversario todos juntos en el jacuzzi. Al menos tenemos la tranquilidad
de no buscar alojamiento en varios días. Amaya se va a la compra y ve que en el paseo marítimo hay varias tiendecillas y terrazas.
Por un momento piensa que por la tarde el pueblo estará más animado y podremos ir a tomar algo a última hora. Pero ¡QUÉ ILUSA! ¡Si
lo cierran todo a las seis!
Al atardecer damos un paseo por la playa y trepamos por las rocas que dan al mar. Las niñas disfrutan buscando erizos, cangrejos,
caracolas y peces globo. A las siete volvemos para que vean una película infantil en el cine del camping. A eso de las nueve y media
empezamos a cenar mientras el resto del camping ya está roncando. Apagan las luces comunes, lo que aprovechamos para ir a la playa,
tumbarnos en la arena y observar el firmamento. Hoy han venido todas las estrellas, no falta ni una y la vía láctea está en uno de
sus mejores días. Ainhoa y Sara se quedan en silencio y no quitan los ojos del cielo. Nosotros tampoco, menos un momento en que nos
miramos y pensamos que ojala lo recuerden para siempre.
28 de febrero Día de mudanza
Iniciamos nuestra mudanza y al salir del mega-camping jardín botánico nos vamos a Kiama a ver el “blow hole”, un agujero por el que
el mar escupe bocanadas enormes de agua y un mini mercadillo de frutas que ponen los sábados frente al mar. El mercadillo es tan correcto
y soso como todo lo demás. Reinan el silencio y la tranquilidad y echamos de menos el Rastro y los mercadillos españoles donde te
gritan: ¡Dos por uno bonita, vente pa ca que me se acaban!... ¡Mira Mari que berenjenas me traigo, a 2 euros los tres kilos!... ¡Barato,
baratooooooo! Y sin embargo estos al pasar no mueven ni las cejas.
Llegamos al otro camping y nos acoplamos en nuestra “Cabaña SPA de lujo” con todo dentro. Desde luego no hay manera de tener una pista
de la relación calidad precio, hay unas diferencias abismales para servicios parecidos. ¡¡Hoy no nos movemos de aquí y CELEBRAMOS
NUESTROS PRIMEROS SEIS MESES DE VIAJEEEEEE!!
Por la mañana tenemos la piscina para nosotros solos, después nos damos un baño de hidromasaje en nuestro Jacuzzi privado y para comer
nos metemos unas buenas lentejas entre pecho y espalda…¡como Dios manda! Nos ponemos las camisetas con el logo de LA FAMILIA NOMADA
regalo del hermano de Luis y nos hacemos unas fotos.
Después de la siesta nos vamos a ver la playa de las siete millas, una larguísima playa virgen en un parque natural que es divina
pero está desierta. A última hora salimos a investigar a ver si encontramos un pueblo cercano con terracitas o algo parecido pero
a los quince minutos deambulando en la oscuridad volvemos convencidos de que la juerga en este país, definitivamente, no existe.
No olvidemos que la titánica isla del continente Austral esta en un 90% VACIA. Aquí viven sólo veinte millones de personas, menos
de 2,5 habitantes por metro cuadrado, de los cuales el 65% está en la costa este a lo largo de una franja de tres mil kilómetros entre
Melbourne y Brisbane. Ahora lo entendemos; aquí cuando estás con más de diez personas, es una multitud.