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Según llegamos a Johannesburgo a las siete de la mañana, llamamos al albergue que tenemos reservado para que vengan a recogernos. Al rato aparece Robert, un británico delgado y con gafas de bastantes dioptrías en su camioneta de safari. Volvemos a la civilización. Lo primero que nos llama la atención es que hemos cambiado las caras asiáticas por las negritas.

Primera lección africana: aquí también hace un frío de narices como veis en estas fotos tomadas en los alrededores de Ciudad del Cabo
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22 de mayo        Empezamos por Sudáfrica

Saltamos de continente y por fin llegamos a África

El hostal está en un barrio bastante seguro cerca del aeropuerto. Es una especie de “Bed and Breakfast” para mochileros en una casona con varias habitaciones y una cocina común. A la casa le hace falta un buen repaso, pero Robert lo suple con su amabilidad. Por la tarde nos acerca en coche a un centro comercial, que él mismo nos recomienda, para cenar y entretenernos un poco. Y ¡por fin volvemos a comer un buen filetón de carne como Dios manda! ¡Qué carne tan rica! Y es que después de varias semanas en el sudeste asiático a base de combinaciones de arroz y pasta con trocitos casi invisibles de pollo o ternera, apetece comerse un buen filete. Nos sentó a todos de miedo, especialmente a Ainhoa, la carnívora de la familia, que mordisqueo hasta el último hueso.

En el centro comercial hay una pista de patinaje sobre hielo y cines. Así que nos dividimos por géneros y Luis se va a ver una película mientras Amaya y las niñas se van de compritas a renovar parte del vestuario, pero nuestro gozo en un pozo pues las tiendas cierran a las seis de la tarde porque la mayoría del personal no tiene coche para ir a sus casas y no les queda más remedio ajustarse al horario de autobús e irse pronto para que evitar la delincuencia nocturna.

Aquí en Sudáfrica es pleno invierno y hace bastante frío. Aunque tenemos un par de mantas, la casa no está muy bien aislada y dormimos los cuatro  medio vestidos.

23 de mayo        Ciudad del Cabo

Otro madrugón y volamos a Ciudad del Cabo. Desde el aire ya se ven las montañas que escoltan la ciudad. Según aterrizamos alquilamos un coche y nos vamos a un albergue juvenil que no está nada mal pero resulta caro, por lo de siempre; cobran por persona en vez de por habitación y somos cuatro. Por el mismo precio podremos encontrar algo mucho mejor en algún hotelito de la ciudad sin tener que compartir el baño. Así que nos dedicamos el resto de la mañana a nuestra actividad más odiada: la búsqueda de alojamiento. Vemos varios sitios que nos gustan, pero ninguno acaba de convencernos del todo.

Salimos a comer y aterrizamos en un italiano con muy buena pinta, donde además, invento milagroso, tienen un rincón donde los niños pueden hacer sus propias figuritas de pan de pizza de verdad ¡Cómo se lo pasan las niñas! ¡Y qué rica la comida!

Cape Town es una pequeña ciudad construida en un cabo, al abrigo de una bahía y escoltada por las Table Mountains. Un macizo rocoso totalmente plano que se sitúa a espaldas de la urbe. Es famosa por tener las cuatro estaciones en un solo día, lo que pudimos comprobar en nuestras propias carnes. Fundada por los holandeses y conquistada por los ingleses después, hay una curiosa mezcla de arquitectura de ambas culturas, más pródiga hacia el interior donde los holandeses fueron colonizando tierras para dejar a los ingleses en la costa.

Predominan los topónimos en de los países bajos, sin embargo el estilo de vida es muy anglo sajón. Y a todo esto, los africanos originales han ido despareciendo y fueron relegados a las peores partes de la ciudad. Hoy en día se pueden visitar los Townships, o barrios típicos, donde viven los afrikáans. A pocos Km de Cape Town hay grandes viñedos y haciendas. A unos 200 Km. hacia el Este por la costa, se encuentra la famosa Garden Route que debe ser espectacular tanto en la costa como en el interior. El ambiente en general es bastante relajado y muy “british”. Se ve bastante gente de color pero nos llama la atención que haya tantos pidiendo por la calle. Estamos en una zona muy segura aunque tomamos nuestras precauciones, como en todo el mundo.

24 de mayo        Cuatro estaciones en un día

La suerte nos acompaña, pues nuestro amigo Antonio nos ha confirmado que vendrá a Ciudad del Cabo y podremos pasar juntos dos o tres días. Así que después de buscar en varios hoteles, nos dirigimos al que tiene él contratado, que por la pinta de pocholada inglesa creemos que va a ser  caro. Pero estamos en temporada baja, negociamos a tope y conseguimos una habitación encantadora y muy cómoda por el mismo precio que el albergue de dónde veníamos. El Villa Rosa no se nos olvidará jamás por el trato que recibimos y por ese encanto que hace que tuviéramos unas ganas locas de llegar todos los días a nuestra habitación.

Nos mudamos y nos vamos en coche a investigar un poco los alrededores. Llegamos por la carretera de la costa hasta Clifton beach, rincón de veraneo playero con ambientillo de terracitas y paseo por la playa, desde donde se ven los famosos Doce Apóstoles, unos riscos impresionantes con doce puntas que caen en picado hacia el mar.

Las playas, aunque muy agresivas y con grandes rocas blancas, resultan muy acogedoras porque hay césped y árboles hasta el mismo borde de la arena. De allí seguimos hasta Clifton Peak, pero no podemos llegar porque han cortado la carretera y no podemos seguir. Las vistas son preciosas pero se está poniendo muy feo y empieza a llover, así que nos volvemos a nuestro hotelito.

25 de mayo        ¡¡ Que viene Antonioooooooo !!

Pasamos la mañana en el Water Front, el puerto donde han construido un centro comercial con restaurantes y terrazas muy agradables, donde se encuentra también la famosa torre del reloj.

Las niñas están como locas. Se pasan el día contando los minutos para ver en qué momento exacto aparece Antonio, hasta que….ahí llega: besos, abrazos, unas lonchitas de jamón de Jabugo y NOCILLAAAAA. ¡Ayyy! Si no fuera por estos ratitos, de comer ese ungüento pegajoso con los dedos, o con el cuchillo o con lo que haya a mano……..Pasamos la tarde con él y nos vamos a cenar al italiano otra vez.

 LAS NIÑAS EMPIEZAN A ESTAR CANSADAS

Hace ya unos días que las niñas hacen cada vez más comentarios de cuánto falta para llegar a casa. Entendemos que el viaje seas largo y que puedan estar ya cansadas, pero sobre todo, nos damos cuentas de que les hace falta más niños; niños y niñas con los que jugar y pasar el tiempo. Nosotros procuramos jugar con ellas también cuando podemos, pero no es fácil y además, nos tenemos muy vistos los cuatro. Por eso el hecho de congeniar con alguien “externo” al grupo se les hace tan especial. Pero son unas jabatas, hasta ahora se han adaptado fenomenalmente, incluso mejor que nosotros en algunas ocasiones.

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Cuando se lleva tanto tiempo fuera de casa es fundamental encontrar un lugar donde poder sentirnos cómodos. El Villa Rosa ha sido uno de nuestros "hogares" favoritos y fue como nuestra casa durante los días que estuvimos en Capetown
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Las playas de Clifton mantienen un aspecto todavía salvaje. En el verano están llenas a rebosar de turistas.
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Y aquí llega Antonio tras un largo viaje. Todos estamos felices de volver a vernos después de todos estos meses pasados desde que nos encontramos en Puerto Rico.
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Estamos entrando en junio, y eso quiere decir aquí que llega el invierno. En Ciudad del Cabo el viento, el frío, la lluvia y las nieblas pueden amargarte el viaje.