2 de junio Aprendiendo a hablar con chasquidos
Amaya ha visto en unos folletos unas excursiones para visitar a los bosquimanos, los de la tribu de la peli de “Los dioses deben estar
locos” y que hablan con chasquidos. Pero nosotros pasamos de la excursión y gracias a la ayuda de la directora del hotel nos vamos
directamente a la reserva. Tenemos suerte porque aunque está gris y hace frío, no llueve y la visita es toda al aire libre.
Primero te suben a un tractor en el que previamente reparten mantas a todo el mundo, y en él se atraviesa parte de la reserva donde
se ven impalas, y avestruces. (Hay que fastidiarse, estamos en África y hace un frío de grajo que vuela bajo). Los guías son bosquimanos
de verdad, pero vestidos de Coronel Tapioca. Los pocos que existen con el taparrabos y que todavía cazan están en Namibia y no admiten
visitas. Pero nuestro guía nos introduce en las costumbres más importantes de su modus vivendi: la caza, la artesanía y la comunicación.
En un pequeño paseo nos cuentan cómo hacen trampillas, los múltiples usos de un huevo de avestruz, cómo distinguir las huellas de
los diferentes animales…vamos, que nos imaginamos a todos los del grupo con el taparrabos, corriendo detrás de las gacelas. Dando
un pequeño paso llegamos a una réplica de una aldea real en la que nos enseñan a hacer fuego con dos palitos, a ponerse el taparrabos
y a construir un arco primitivo. Después de otro recorrido corto en el tractor llegamos a una especie de chiringo donde nos dan una
clase del lenguaje bosquimano para aprender a hablar haciendo chasquidos. Y nos lo pasamos pipa y alucinamos viendo cómo se pueden
entender entre ellos.
La última parte consiste en visitar un pequeño museo con un reportaje fotográfico muy interesante en el que se muestra cómo trataron a los bosquimanos a principios de siglo y cómo se les estudió, cual animal de feria, haciendo moldes de escayola sobre personas reales. Desafortunadamente, como hemos podido comprobar con tantas otras culturas ancestrales, los bushmen desaparecen poco a poco….El gobierno dominante entonces, el inglés, decidió por las buenas que ya no podían cazar porque no era sano, y se han visto obligados a integrarse en la civilización a la fuerza.
Salimos de la reserva y antes de volver a Cape Town buscamos en un pueblo cercano algún sitio para comer. A la entrada nos llama la atención la gran cantidad de gaviotas que se acumulan en un lado de la carretera. Cuando nos acercamos nos damos cuenta de que en una especie de parking abierto hay algo parecido a una lonja de pescado ¡PERO CON LAS BARCAS A REMOLQUE DE LOS COCHES!.
Y ahí les tenemos, con una cara de bosquimanos que parece sacada de un estudio de “fisionomía craneal aplicada a los aborígenes de
las estepas africanas”, y vestidos con ropa de cazador de safari de GAP. Para alegría nuestra, comprobamos que siguen hablando con
chasquidos entre ellos.
En vez de sacar el pescado de la barca y tener la lonja a orillas del mar, estos lo hacen tierra dentro y con la barca remolcada. Esto sí que nos resulta curioso.
Al final comemos en un restaurante a la salida del pueblo y nos volvemos a la ciudad en medio de
un aguacero y un buen atasco. Por la noche se nos ocurre la genial idea de dejar a las niñas con la señora del hotel con la que ya
tenemos bastante confianza durante un par de horas para poder ir a tomarnos una copita…..Hace tantos meses…..
La luz de Sudáfrica
En este país hay una luz muy especial que le hace ideal para hacer fotos. Y de esto no te das cuenta hasta que
pasan unos días y te fijas en las sombras y en las horas. Estamos tan al sur y en invierno además, que el sol no sube hasta nuestro
cenit, como en España, sino que describe un arco como el del arco iris y siempre parece que hay luz de atardecer. Esto se nota especialmente
cuando haces fotos de paisajes y de animales.
Nos cuentan además que tienen sólo dos o tres meses de invierno, y el resto con
como primaverales, además de la época lluviosa. O sea, el lugar perfecto para vivir.
03-06-09 Volamos a Jburg. Volvemos al mall y dormimos
abrigaditos.
3 y 4 de junio Regresamos a Joburg e iniciamos nuestro viaje hacia el Kruger
Tras llegar ayer de Ciudad del Cabo, hoy partimos de nuevo en el coche que alquilamos ayer en el aeropuerto de Johannesburgo
hacia el Parque Nacional de Kruger, a ver BICHOS GRANDES…… El camino es bastante bonito aunque se pueden ver algunas aldeas bastante
precarias. Paramos en el pueblo más cercano para hacer algo de compra y nos sorprende ver lo modernizados que están ya, y sobre todo,
los monumentales estadios de fútbol que están construyendo para los mundiales del año que viene.
Llegamos al mediodía por una de las puertas del sur y justo antes de entrar ya vemos en un río unos cuantos cocodrilos. El límite
de velocidad dentro del parque es de 50 Km así que vamos despacito hasta nuestro campamento de la primera noche. Y por el camino ya
vemos jirafas:
- ¡PAPA, PAPAAAAA, que veo jirafas!
-¿Dónde, dónde??
- ¡Aquí mismo!
- ¡Haaalaaaaaaaaa!
Las niñas están como locas, Luis emocionadísimo y Amaya con un poco de canguelis. Además de las jirafas vemos muchos grupo de de gacelas,
y algunos Kudus, que son unos gamos muy grandes con unos cuernos revirados preciosos, elefantes y lo curioso es que a veces cuesta
verles y tienes que ir afinando la vista para distinguirlos y otras veces los tienes justo delante, Y NO LES VES. Y a veces se acercan,
se acercan mucho, como para observar a ver cómo vas a reaccionar.
Está prohibido sacar las manos y la cabeza de las ventanillas y mucho menos, salir del coche. Nos sentimos como en las pelis de Tarzán
y de Memorias de África, todo a la vez…..Es muy bonito, muy emocionante y muy mágico. Además hace buena temperatura y esto no es comparable
a ninguna otra cosa en el mundo relacionada con animales grandes, y mucho menos, un zoo. La estepa africana es como en las fotos,
con ese terreno amarillo y esos árboles como estirados en horizontal. Y esa luz, que es tan especial……
Estamos tan emocionados que llegamos por los pelos a las 5 al campamento de Skukuza, justo antes de que cerraran las vallas. Y allí
conocimos a una pareja de españoles que se está recorriendo África en coche. ¡No somos nadie! El campamento es de película, con casitas
redondas que parecen entre todas un poblado africano y al fondo los edificios de tienda y los restaurantes, uno de ellos con una terraza
sobre un río al que a veces vienen los elefantes por la noche. Hay incluso una proyección al aire libre por la noche de varios documentales,
uno cada vez. Hoy toca sobre las cebras. No se puede estar más ambientado, vamos.