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11 de junio        Sin luz en Tanzania

Llegamos a Dar Es Salaam y volvemos a respirar ese ambiente medio hindú y medio pegajoso de hace meses. Se supone que venían recogernos del hotel pero no vemos a nadie. Nos tememos cualquier cosa. Igual ni siquiera nos han hecho la reserva. Antes de negociar con ningún taxista probamos a llamar al hotel. Al poco aparece el taxista, cartelito con nuestro nombre en mano, que estaba por ahí despistado.

Estamos a 36 grados y es de noche. El hotel está solo a tres Kilómetros y por el camino apenas vemos las casas y la gente porque no hay luz. Se ven algunos puestos con velas y no dejamos de preguntarnos cómo será la habitación.

Cuando llegamos al hotel está totalmente a oscuras. ¡NO HAY LUZ en todo el barrio! y nos enseñan la habitación con un candil. Todo es muy sencillo pero limpio y decente para los estándares africanos. Pero si no hay luz, tampoco habrá aire acondicionado, ni ventiladores. Salimos a considerar las alternativas, cuando de repente vuelve la luz. Nos quedamos.

12 de junio        La isla de las especias

Por la mañana analizamos si ir a Zanzíbar en ferry o en avión. Curiosamente sale más o menos por el mismo precio volar que navegar. Además sólo se tarda veinte minutos en llegar y nos ahorramos las tres horas de barco y el riesgo de mareo.

Zanzíbar es una isla de playas paradisíacas y destino hippie donde los haya, pero a unos precios que para nada son hippies. Todo es carísimo para la calidad que ofrecen. Fue durante siglos una escala de la ruta de las especias que se transportaban desde la India a África y de los esclavos a otros continentes, lo que hizo que en esta pequeña isla confluyeran muchas culturas distintas. En cada esquina se respira una mezcla especial de aromas árabes, colores indios y ritmo africano. La población es toda de color y la religión se reparte al cincuenta por ciento entre musulmana y cristiana.

Sus gentes son muy amables: “Jambo” (Hola) cuando te cruzas con alguien, ya sean niños o grandes; “Akuna Matata” (no hay problema) para todo, el isleño no va a discutir por nada del mundo. Quieras que no al final te contagias de esta atmósfera sosegada, entre otras cosas porque no te queda más remedio.

Aterrizamos y nos vamos en taxi al hotel Zenji en Stone Town, la capital de Zanzíbar. Por la calle, ambiente hindú, saris, musulmanes, gente por todas partes y aceras a medio hacer, pero con el aire limpio y el olor a mar cerca en un escenario muy pintoresco. Nuestra habitación tiene dos camas de madera de teca con dosel del que cuelgan unas mosquiteras. El baño está fuera y el comedor en la azotea para ver la ciudad.

Por la noche bordeamos el puerto para ir a cenar. En el ocaso los niños negritos saltan al mar desde el paseo mientras en el horizonte los Dows, barcos de vela tradicionales, vuelven de su largo día de pesca. El ocre resplandor del atardecer africano y la palidez de las fachadas arabescas se reflejan sobre el océano índico creando una acuarela de color en movimiento. Paseando llegamos al “night market”, una especie de mercadillo de puestos de comida en un parquecito al borde del mar.

Vemos como los lugareños extraen el jugo natural de la caña de azúcar exprimiéndola entre dos rodillos que accionan ellos mismos girando la rueda de una prensa manual algo anticuada. Los cocineros de los puestos van todos impecables con delantales y gorritos blancos. Empezamos a probar los pinchitos morunos y las fritanguitas que huelen de miedo. ¡Nada es picante y todo está riquísimo! Sin embargo no nos atrevemos con los zumos naturales porque no nos fiamos del origen del agua; Estamos en una zona de alto riesgo de malaria. La atmósfera es tranquila. Los turistas y locales deambulan entre los puestos o se sientan en el césped frente al mar mientras la música del África House suena de fondo

En el camino de vuelta vemos algunos minaretes y edificios coloniales preciosos. Cada día a las cinco de la mañana nos despiertan los cánticos para llamar a la oración y ponerse todos con el culo en pompa mirando a la meca… ¡Qué fe!

En el hotel nos recomiendan un rent-a-car. El tipo llega a la recepción y se va con Luis en moto a ver los vehículos. Alquilamos un Vitara de tercera mano algo usadillo pero que va muy bien. ¡Ya tenemos transporte para movernos por la isla y buscar un hotelito en la playa!

13 de junio        Entre Numwi y Kendwa

Entre desayunar, dejar el hotel, recoger el coche y encontrar un cajero que no esté roto o sin billetes, se nos va gran parte de la mañana. Casi al mediodía salimos disparados hacia Numwi al norte de la isla. Luis lo recuerda con mucho encanto y mejor ambiente de cuando estuvo aquí hace unos años.

De camino nos desviamos en un cruce hacia un lugar llamado Kendwa, por donde ya no hay carretera. Hay un camino de CABRAS por el que dudamos que encontremos nada pero efectivamente al cabo de 10 minutos de batidora hay edificaciones al borde de la playa. Nos pasamos unas risas tremendas en nuestro 4x4 con tanto traqueteo. Los dos o tres hoteles que aquí hay tienen unos portones metálicos que parecen del garaje de Pepe y las entradas desde luego no prometen absolutamente nada. Más bien parece que está todo medio abandonado. Pero no, hay gente, hay inquilinos y hasta restaurantes en la arena de la playa….Desde luego no hay grandes lujos pero tampoco son chabolillas. Es todo como muy tropical otra vez y notamos que este tipo de hoteles son como oasis que están de pegote en medio de un paisaje y de una civilización con los que no cuadran mucho. Un poco más lejos por la playa se encuentran los super mega resorts de 22 estrellas, aislados.

Preguntamos en unos bungalows para irnos orientando. Nos enseñan una habitación que no está mal pero cuesta 80 dólares la noche, que tras un poco de negociación se queda en 60. Pero vamos a ver. ¡Qué precios! Al fin y al cabo es una chocita de madera con techo de paja. Y las de la playa cuestan la friolera de 100 y 120 dólares. Sin embargo está todo lleno de hippies. Pues vaya con los hippies de pacotilla que se gastan 100 $ por noche. Por este precio ya te podrían ofrecer algo mejor, pero no; son cabañas de bambú, con un ventilador y baños por supuesto sin cortina y con la mini ducha de váter para los musulmanes. Preferimos investigar algo más en Numwi.

El pueblo en sí no es para tirar cohetes, pero sus playas son fuera de serie. Como aún está finalizando la estación de las lluvias, nos encontramos la entrada a la villa medio inundada. En los laterales del camino se agolpan caóticamente las infra viviendas construidas de adobe o ladrillos grises. Llegamos a la playa y Luis tiene una sensación parecida a la de cuando llegamos a Isla Mujeres. ¡Cómo ha cambiado todo! La calle que pasaba junto a la playa está cerrada y han aparecido varios hoteles de la nada. Está todo mucho más angosto y apelotonado. Antes la playa se veía caminando por el paseo y ahora se ha cortado y parcelado por los nuevos hoteles. ¡Qué pena!

La población es bastante joven y toda de color, no se ve gente mayor y muchas mujeres van cubiertas (con el calor que hace) o bien sólo con el velo o completamente: Viven de sol a sol porque en muchas casas no hay ni electricidad con lo que volvemos al tema de la comida y de cómo se lo montan sin nevera. No vemos ni carnicerías ni nada que se parezca y cuando pedimos platos con carne, como que parece artificial. Las tiendas son como en la India, un cuarto de 2x2 lleno de baldas donde se amontonan los productos, o una mesa hecha con un tablero de madera donde hay expuestos los mismos aguacates de todos los días, a la luz de una vela si hace falta, cuando se hace de noche.

Preguntamos en varios bungalows. Los baratos son bastante inmundos y los medio potables son carísimos. Decidimos quedarnos a comer en una terracita de la playa mientras decidimos lo que hacer. Por la tarde las niñas se quedan jugando en la playa y Luis pregunta en otro par de sitios, por otros caminos de cabras medio inundados, pero no acaban de convencernos de modo que nos volvemos a Kendwa.

Ya es de noche y cuando llegamos nos hemos quedado sin la habitación, Parece ser que llegó una avalancha de italianos y han copado el hotel, aunque por una única noche. Sólo les queda una de las más baratas con baño compartido. Por suerte tiene cuatro camas y a las niñas les encanta la habitación. ¡Menos mal! Allí pasamos la noche.

14 de junio        Acrobacias de libertad

El desayuno lo hacemos en el chiringo del hotel en la playa, una palapa gigantesca bajo la cual hay bastantes mesas, alguna hamaca, arena, perros y muchas moscas alrededor de los tarros de la mermelada pero que hace de buen refugio para los diluvios intermitentes que tenemos casi todos los días, porque aquí no llueve, diluvia.

Nos mudamos de habitación y pasamos del mundo hippy tirado al mundo hippy con encanto y decencia, todo en la misma finca. Nuestra nueva habitación tiene terraza con vistas al mar, dos camas balinesas, un baño propio y ducha arabesca en la habitación, mosquiteras y aire acondicionado, aunque la pared frontal es una rejilla de celosía. El conjunto es muy agradable y parece sacado de las mil y una noches.

Jugamos en la playa a las chapas aunque no nos bañamos porque el agua está fría y además llueve a ratos. Para comer vamos a Nunwi, donde encontramos una terraza con unos precios asequibles. Seguimos recelosos de lo picante porque por aquí lo especian todo y sobre todo miramos un poco la pinta que puede tener la cocina porque hay algunos chiringos locales que dan miedo. Al ser temporada baja hay poca gente. Por la playa se ven algunos falsos masais con el vestido tradicional que van con su bastón en una mano y el móvil en la otra. En un bolsito pequeño colgado del hombro llevan los collares y pulseras que intentan venden a todo el que se acerca.

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Nuevo destino, nuevos billetes. Los de Tanzania remarcan la importancia de su fauna
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En el aeropuerto de Zanzibar
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Saltar al agua, en la arena o en cualquier sitio es uno de los entretenimientos preferidos de los jóvenes
Los atardeceres de Zanibar transmiten una calma y un sosiego únicos
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No hay que olvidar la fuerte influencia musulmana en la isla.Aquí hay que cuidar la vestimenta.
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La búsqueda de un alojamiento decente se ha convertido en la pesadilla oficial del viaje
Qué playas...y ¡¡¡¡qué precios!!!!
De compras hasta en la playa...las chicas son así
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Aterrizamos en Tanzania y nos vamos a la mítica isla de Zanzíbar
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