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Dando un paseo hacia el norte por la playa llegamos hasta la parte más local y menos turística del pueblo, con los dows en la orilla y los pescadores reparando las redes sobre la arena. A lo lejos divisamos lo que parecen ser unas siluetas haciendo acrobacias sobre el horizonte. Al llegar vemos unos cuantos adolescentes dando saltos mortales y giros imposibles en el aire. Consiguen sus piruetas saltando sobre un enorme neumático de tractor que hace las veces de trampolín y caen sobre una laderita de la playa. Adentrándonos en la villita observamos que también juegan al fútbol y están haciendo gimnasia.

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Resultado: se ven unos cuerpos jóvenes esculturales y perfectamente definidos.

Razón: ¡No hay NADA mejor que hacer! Sin televisión, ni Internet, ni bares, se pasan todo el día haciendo el cabra y están descomunales, los tíos. ¡TOMAD NOTA CHICOS PRIMERMUNDISTAS!

Otro aspecto que nos llama la atención es que los grupos que vemos por la calle del pueblo y los que juegan por la calle son únicamente NIÑOS ¿Dónde están las NIÑAS? ¿No salen a jugar? Días después nos explicaron que también salen a jugar pero que normalmente se quedan en la casa ayudando a la madre. Recordemos que estamos entre población musulmana.

Hoy por la noche al aparcar el Vitara en la entrada de nuestras cabañas, nos damos cuenta de que hemos perdido la tapa de la rueda de repuesto. A ver, con esos tumbos……y esos baches. Pues hay que ir a buscarla mañana por la mañana.

15 de junio        El fantasma de la vuelta a casa

Pasamos la mañana en la playa tomando el sol, dándonos un bañito y recorriendo la orilla buscando conchas y caracolas para hacer luego unos collares. El stress de la vida tropical es así. Se acercan unos marineros y nos ofrecen hacer una excursión de buceo. Negociamos los precios y cogemos los teléfonos por si nos animamos otro día.

Zanzíbar es un lugar idílico para descansar y disfrutar de la playa, precisamente porque no hay nada más que hacer. También tiene unos arrecifes impresionantes para el submarinismo siendo los de la isla de Pemba los más famosos, aunque también hay magníficas inmersiones al sur de Zanzibar.

Los atardeceres en Numwi son memorables. Llegada la hora, la gente se reúne en la playa observando como el sol se despide tiñendo el mar de tonos escarlata. Las nubes se reparten el púrpura y el violeta sobre el firmamento más añil que puedas imaginar. Nos hipnotiza la silueta de los Dows avanzando en hileras sobre el  horizonte de mil matices.

Por la noche conocemos a un grupo de españoles que vienen de pasar cuatro días de safari. Les preguntamos por su experiencia y les contamos la nuestra en Kruguer. Cuando ven nuestros vídeos se quedan alucinados y nos aseguran que será difícil que veamos algo parecido en Tanzania. Los safaris son fascinantes, pero se pasan muchas horas en el Jeep para luego ver pocos animales. Han visto muchos animales, como nosotros, pero ningún ataque, ni nada parecido. Los leones por ejemplo, estaban siempre quietos durmiendo. Por otro lado en las fechas en las que estamos, la gran migración ya ha comenzado y aunque los animales aún siguen en el Serengueti (Tanzania) y no han llegado todavía al Masai Mara (Kenia), se encuentran alejados de Arusha y los organizadores de los safaris se muestran reticentes a ir tan lejos.

Hemos hablado con más gente que nos cuenta historias parecidas y al final decidimos que quizá no merezca la pena gastarse el dineral que vale el safari (unos 900€ por cabeza) para que las niñas se aburran tres días metidas en el jeep y ver menos que en Kruguer. Nos da un poco de pena porque nos hubiera gustado ver el volcán del Ngorongoro y el campamento masai, pero según nos dicen, hasta los masais se han sometido a la imperante ley del turismo a mansalva y hacen un show de compromiso que resulta poco creíble.

Además tenemos que cambiar el billete para volar a Londres y solo hay dos opciones: Una que nos queda demasiado justa para hacer los tres días de safari y otra que nos obligaría a quedarnos en Zanzíbar hasta mediados de Julio. Es demasiado tiempo. Tenemos que tomar una decisión muy pronto. Quizá mañana mismo. Pero mientras tanto, esta noche seguimos jugando al billar y tomándonos unos mojitos. 

16 de junio        El este de la isla

Hoy nos vamos de excursión a investigar la isla. Cruzamos a las playas del este y lo primero que nos encontramos son unos pescadores de pulpos saliendo del agua. Solo llevan el bañador, una especie de lanza y una redecilla en la llevan las capturas. En la misma playa pesan los pulpos y los venden a otros nativos o los cambian por otros enseres. También han cogido unas caracolas gigantes. Para vaciarlas las lanzan con fuerza contra el suelo hasta que el caracol se debilita o muere y lo extraen con la punta de su lanza. Luego las barnizan y las venden a los turistas en los mercadillos.

Nos acercamos al pueblo donde varios hombres juegan al juego tradicional de Zanzíbar llamado BAO. Se juega sobre una especie de bandeja de madera con pequeños departamentos en los que se van colocando piedras de colores. Luis está decidido a aprender y les ofrece unos dólares a los campesinos a cambio de que le enseñen a jugar. Solo hablan suahili, pero de alguna forma nos entendemos y logramos acabar una partida en la que, como era de imaginar, nos machacan de lo lindo. Pero nos hemos reído un montón con los indígenas y hemos aprendido un juego nuevo muy interesante. Incluso estamos pensando en hacernos nuestro propio BAO en cuanto lleguemos a casa.

Volvemos al coche satisfechos y cuando arrancamos se nos ocurre una idea loca. Tenemos un 4x4 ¿No? pues a meterlo en la playa. Y dicho y hecho. Ponemos la tracción a las cuatro ruedas y avanzamos hacia la arena. Al principio con más miedo que vergüenza, no vaya a ser que nos quedemos allí varados, pero al rato, viendo que el coche responde, empezamos a ir más deprisa Nos lo pasamos en grande penetrando en el mar y avanzando por el litoral entre las olas que rompen en la orilla. Abrimos las ventanas para que nos dé la brisa y hacemos un par de cabriolas. Las niñas se ríen a carcajadas. No sé si podremos hacer esto alguna otra vez. Ha sido muy divertido.

Volvemos a la carretera desierta y visitamos algunos Hoteles de Kiwenga. Cotilleamos y también preguntamos precios por si no tuviéramos más remedio que quedarnos aquí otros quince días. Llegamos hasta Paje donde los hoteles son más asequibles. Encontramos un par de ellos que podrían encajarnos. Comemos en un italiano de la playa mientras intentamos decidirnos. En esto se acerca una señora que nos ofrece una villa privada frente a la playa. Por lo visto es la casa de verano de un alemán que se encuentra en Europa. Quedamos en ir a verla después de comer.

La villita es de ensueño. Enorme por dentro y por fuera con un jardín en primera línea de playa. Tiene cocina, salón y dos habitaciones amplias aunque una de ellas está llena de barcas y tablas de surf. Nos gusta, pero hasta que no sepamos con seguridad la disponibilidad de los vuelos no podemos  hacer nada. Tomamos la decisión de llamar en ese momento a Iberia y decidir qué hacer según las fechas que estén disponibles para volar. La cosa sigue más o menos igual, o volamos el 21 de junio o el 7 de julio. Lo meditamos un rato y al final descartamos el safari y decidimos volar antes a Londres. Es curioso, pero hasta estar en un paraíso más de quince días puede resultar aburrido. Llamamos a  Precision Air y cambiamos el billete de Zanzíbar a Dar Es Salaam para última hora de la tarde en vez de primera de la mañana. Pasaremos la noche en Dar y volaremos al día siguiente a Londres.

Una vez resuelto esto, nos podemos relajar en la playa que está vacía a excepción de un grupo de perros que merodean por la orilla. Uno de ellos parece que tiene un don singular de cantante de ópera y empieza a aullar constantemente como si estuviera ensayando. Al principio nos hace gracia pero a la media hora no sabemos qué hacer para que se calle, porque además, no se despega de nosotros. Igualmente se nos pega una mujer local para ofrecernos unos masajes de pies a lo que Ainoa y yo accedemos gustosamente. Nosotras pasamos un ratito de deleite aunque no muy relajado porque los otros perros se acercan cada dos por tres, nuestro nuevo a migo se pone agresivo y la masajista está más a ellos  que a nuestros callos. Aún así podemos charlar con ella y nos cuenta que es viuda, con un crío de 3 años y una bebé de seis meses. La mujer tendrá unos 26 años.

17 de junio       

Siempre que podemos nos acercamos a Nunwi a comer para lo cual hay que atravesar el impresionante camino de baches hasta la carretera y la barrera policial de la entrada del pueblo. Cada vez aprendemos más swahili, con lo que hasta podemos bromear y todo con los guardias. Pero lo más impresionante es por la noche, no sólo porque se ve un cielo estrellado de quitar el hipo, sino porque la gente camina o va en bicicleta en la más completa oscuridad por esos caminos de Dios. Hacemos la prueba apagando las luces del coche para ver cómo ven ellos y es que no se ve NADA, pero NADA…

Y cuando llueve, pues te mojas, te calas las tres capas de tela en las que vas envuelta, incluido el velo de la cabeza y no pasa nada, o te cubres con una hoja de plátano que vale para dos o tres personas……como aquí el agua de la lluvia es muy limpia….. Y los baches del pueblo se inundan y con nuestro 4x4 hasta nos atrevemos a cruzar bajo la atenta mirada de los locales que deben pensar: mira éstos, se van a quedar atascados con coche y todo y verás qué risas! Bueno, pues así cada vez que íbamos y volvíamos, porque TODOS los días chaparreaba por las mañanas.

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La vida en África es pura acrobacia
La silueta de los dows recortándose en el horizonte en el atardecer es otra de las imágenes inolvidables de este viaje
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La gente de Zanzibar todavía es amable con el visitante. Aquí es fácil sentirse cómodo y relajado.
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Menos mal que hemos encontrado un Corte Inglés. Ya nos sentimos como en casa...¡Qué fuerte!
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Amaya no deja de anotar en su privilegiada memoria todos los detalles de decoración que encuentra a su paso
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Just singing in the rain...El velo y la hoja de palmera, la protección perfecta contra los diluvios torrenciales.
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Unos minutos más tarde sale el sol, y a la playa...
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