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Tras el consabido picnic dominguero, continuamos por el circuito de las cascadas. La primera y más famosa es la de Millaa Millaa,
junto al pueblo del mismo nombre. Luis como siempre se mete en el agua enseguida. Esta vez con pies de plomo, y nunca mejor dicho,
pues no quiere que se repita su historia con las rocas. La catarata es espectacular, no tanto por la altura, que es de unos treinta
o cuarenta metros, si no por el entorno. Está al pie de un pequeño laguito rodeado de selva tropical y de flores.
El resto de saltos son también impresionantes, pero decidimos verlos desde los miradores, pues los caminos de bajada están húmedos
y parecen un poco peligrosos. El camino de vuelta discurre por un bonito paisaje de colinas verdes entre granjas y prados con
vacas y ovejitas. Sobre algunos tramos de la carretera vemos una especie de entramados de cuerda y redes en forma de tubo que
pasan de un lado al otro para permitir que los animales crucen la carretera sin que los atropellen.
Casi anocheciendo llegamos a Cairns y María y Steve nos dan una sorpresa con una barbacoa de escándalo. Por si fuera poco, nos comentan que les apetece pasar más tiempo con las niñas y nos sugieren que nos vayamos nosotros solos un par de días a Cape Tribulation, una zona aislada en la costa Norte a unos 150 Km de Cairns. ¡YUJU, YUJU!…dos días para nosotros solos. No nos lo podemos creer.
¡OTRA VEZ
MIL GRACIAS POR TODO CHICOS!
9 y 10 de marzo Soledad absoluta en Cape Tribulation
Las niñas se quedan encantadas con ellos y casi ni se despiden de nosotros. También tienen ganas de estar un poco a su aire un rato.
El camino por la costa es muy bonito, paralelo a playas paradisíacas e interminables, pero en las que no te puedes bañar.
Cape Tribulation es como un refugio de soledad. Para llegar hay que cruzar un río con ferry donde abundan los cocodrilos. Es pura
selva, con los alojamientos escondidos entre la maleza y uno o dos restaurantes. ¿Y qué se puede hacer en Cape Tribulation? Pues básicamente
¡¡NADA!! En la playa no te puedes bañar porque o hay COCODRILOS o hay MEDUSAS. En la selva no te puedes salir de los caminos, por
si te ataca algún bicho de seis patas. De la carretera tampoco porque el coche se te puede quedar bloqueado en arenas movedizas o
puedes arrollar un cassowary y que dada nuestra habilidad para atraer fauna al parabrisas, seguro que nos lo encontramos, lo atropellamos
y nos convertimos en algo peor que un asesino en serie.
Hay carteles de prevención por todas partes. Con razón en la oficina de turismo-ultramarinos-caseta de correos y de souvenirs todo
a la vez, venden unas camisetas muy graciosas que dicen: “YO SOBREVIVI A CAPE TRIBULATION”.
Además estamos en temporada baja y la mitad de los hoteles están cerrados. Preguntamos por alojamiento en cuatro o cinco sitios y
a pesar de ser cabañas de bosque o tiendas de safari son más caros que los hoteles de cinco estrellas. Y nos preguntamos: ¿Pero a
qué viene la gente aquí? Alguien nos comenta que vienen a experimentar la soledad y a estar sin hacer nada en comunión con la naturaleza.
De los “japos” o los chinos, lo podríamos entender pues son millones, pero de los “Aussies” que son apenas un puñado……
Viendo que este no era el plan que nos apetecía, nos damos media vuelta y paramos en Port Douglas, un puerto turístico y deportivo
más pequeño y algo más íntimo que Cairns. Aquí encontramos hoteles preciosos a precios razonables y una calle principal con tiendas
diversas y muchos restaurantes. Hay velitas en las mesas y música en vivo en un ambiente tranquilo y acogedor. Esto es lo que
queríamos. Encontramos un hotel de estilo italiano supercuco a la mitad de precio que en Cape Tribulation. Nos damos un baño en la
piscina adornada con motivos hindúes, nos arreglamos y salimos a pasear por la ciudad y cenar. Hay gente, aunque tampoco demasiada
en un entorno tranquilo y sosegado ¡Qué gusto!
Nos ponemos morados de marisco y carne en la terraza de un restaurante y volvemos a nuestro apartamentito a descansar. A la mañana
siguiente aprovechamos para investigar un poco y hacer compras. Amaya compra un par de biquinis y también un detalle irresistible
y super gracioso para Steve. Después de comer sosegadamente en un restaurante típico de la ciudad, volvimos a Cairns. Las niñas no
nos han echado nada de menos. Han estado encantadas con María y Steve bañándose en el lago artificial que hay en el puerto, jugando
en los columpios y culebreando por el “Toys r us” ¡Qué brujas!
11 de marzo Agua por un tubo
Hoy nos quedamos en casa descansando. En un rato de relax de María y Steve improvisamos un par de porterías y nos metemos todos en
la piscina a jugar al waterpolo. Nos reímos sin parar. Después Steve les encarga lavar el coche y las chicas lo pasan genial con la
manguera y la espuma. Luis se une a la fiesta y se enjabonan y duchan unos a otros en familia.
A media tarde empieza a jarrear, pero a las niñas les da igual, siguen metidas en la piscina como si nada. Ya por la noche paseamos
por el centro de Cairns e intentamos fotografiar a los murciélagos. Mañana María y Luis se van a la gran barrera a bucear.
12 y 13 de marzo En la Gran Barrera de Coral
Llegamos al club de buceo a primera hora y nos acercan en bus al puerto para coger el barco que nos llevará a la gran barrera de coral
donde pasaremos los dos próximos días. Allí tienen una especie de buque-hotel permanente en el que se pernocta y se bucea varios días.
Estamos muy emocionados. María porque se acaba de sacar el título y porque estaba deseando tener unas pequeñas vacaciones y Luis porque
hacer submarinismo aquí es uno de sus sueños desde hace mucho tiempo y se va a cumplir dentro de poco, mejor si cabe con una amiga
como “buddy” o compañero de buceo como lo es María.
El viaje empieza regular, ya que el mar está un poco encrespado y se marea medio barco. María cae a los pocos minutos y Luis un poco
después. Al rato medio pasaje estamos en la zona exterior mirándonos unos a los otros pálidos como cadáveres y con las bolsas de papel
en la boca. Allí vomitó hasta el maquinista.
Por fin llegamos al punto de la primera inmersión con deseos de tirarnos cuanto antes al agua. Entre otras cosas porque así se te
pasa el mareo enseguida. Nos hacen el “briefing” o resumen de la inmersión y preparamos el equipo para bajar. Curiosamente, las inmersiones
se hacen sin guía o lo tienes que pagar aparte.
Así que nos tiramos al agua juntitos y nos ponemos a bucear por nuestras cuenta. Tendremos que andar pendientes del tema de la orientación,
pero no parece demasiado difícil. Nada más bajar vemos un tiburón de arrecife y alucinamos con las formaciones de coral; Son impresionantes.
Se parecen bastantes a las de Cozumel, aunque quizá algo más machacadillas. La visibilidad no es magnífica, probablemente por el ciclón
que pasó cerca hace unos días, pero se ve un montón de fauna tropical. Peces ángel, cirujano, mariposa y también meros, rayas y un
montón de pequeños “nemos” o peces payaso como los de la película. Da gusto fotografiarlos porque se quedan ahí quietecitos junto
a su anémona sin apenas moverse. Si te acercas demasiado se esconden entre los tentáculos de la planta, pero a los pocos segundos
vuelven a asomar la cabeza. Son realmente bonitos.
En el barco conocemos a unos vascos que están de visita y charlamos con ellos un rato. También con un grupo de suecos muy simpáticos
(Si María, si perdona. …¡¡Y MUY GUAPOS!!). Poco después llegamos al buque-hotel e iniciamos el trasvase. Es gigante. Tiene cuatro
plantas en las que se reparten la cocina, un enorme salón-bar, un comedor para más de cuarenta personas, tres terrazas y los camarotes
de tripulación y visitantes.
Enseguida hacemos las dos inmersiones siguientes. En la segunda nos encontramos con una tortuga preciosa con la que nos hacemos un
montón de fotos. Las tortugas son uno de los animales más bellos del arrecife. Bueno, en realidad lo son todos a su manera, pero las
tortugas son especiales pues no se asustan y nadan tranquilamente, como si flotaran en el aire. Las puedes ver comer algas e incluso
acariciarlas. Si es muy grande hasta puedes cogerla y hacer que te lleve un momentito, aunque no conviene ya que supone un sobreesfuerzo
para la ella. La nuestra es una cría no muy grande, pero muy bonita. Hacemos fotos hasta hartarnos.
Comemos y aprovechamos para conocer otros buceadores. Coincidimos en la mesa un americano de Washington que está haciendo el curso
de introducción y un australiano profesor en la universidad en Melbourne. Hay de todo, también hemos visto a un tipo rarísimo
circular en calzoncillos por las terrazas lleno de “piercings” por todo el cuerpo y que tiene más pluma que Jerónimo. Normalmente
todo el mundo está en bañador, pero este iba con ropa interior, muy colorida, pero ropa interior.
Al atardecer nos preparamos para hacer la inmersión nocturna. El resumen de la inmersión lo hace Peter, un tipo pelirrojo graciosísimo
que fue el instructor de María y se parece INCREIBLEMENTE a Buddy Pine, el chico malo de la película de Los Increíbles de Pixar. Para
esta inmersión hemos contratado un guía pues no conocemos el arrecife y por la noche es más difícil orientarse. Saltamos al agua en
la más completa oscuridad y empezamos a sumergirnos. No se ve nada en absoluto, excepto los focos de los otros submarinistas. La sensación
de estar bajo el agua en plena oscuridad no se puede explicar hasta que se hace por primera vez. Es todo mucho más misterioso y no
sabes lo que puede pasar. Desconoces lo que puede haber a tu espalda y apenas dilucidas lo que está frente de tu gafas. A la vez los
haces de luz de las linternas de los otros buceadores hacen un juego brillos y siluetas un tanto mágico. Lo mejor de las inmersiones
nocturnas es que encuentras fauna que no se ve normalmente por el día. Como langostas, tiburones y algunos que otros depredadores
que salen a cazar a la caída del sol.
Aunque al principio no lo sabíamos, estábamos rodeados de atunes bastante grandes que conocen donde está el barco porque está iluminado
y se han acostumbrado a los submarinistas. Saben que bajaremos tarde o temprano con nuestros focos para buscar la fauna del arrecife.
Esto es una ventaja increíble para ellos, ya que se colocan detrás de los buceadores pendientes de donde alumbran y tan pronto como
ven un pez más pequeño que ellos, se lanzan como torpedos a comérselos.