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Imagen que bien podía servir para un folleto turístico...pero no todo es tan "paradisiaco"

17 y 18 de mayo        Paraísos míticos

Volvemos a Kata muy decepcionados con las cabañas y con una sensación un poco extraña sobre las islas Phi Phi. Sin duda es un lugar privilegiado, un paraíso bendecido con una naturaleza tan desbordante y bella que te impacta desde el primer momento. Sin embargo parece que hubo un Ko Phi Phi Don antes del tsunami y otro muy distinto después. El mar barrió de cuajo el primero y el que lo ha re-emplazado parece haberlo hecho con demasiada prisa, sin orden y sin gusto, centrado únicamente en el negocio turístico.

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Después de nueve meses de viaje y cuatro continentes visitados, cada vez llegamos más a menudo a la conclusión de que lo que venden las agencias de viajes y el mercadeo promocional, no se parece en nada a la realidad. A la foto de un embozo de cama con flores y un zumo de frutas servido en una bandeja plateada al borde de una piscina frente al mar, hay que añadirle el resto del ambiente y un precio que en muchas ocasiones no se justifica. La isla, antiguo refugio hippie sólo en teoría porque no es barato en absoluto, creemos que se echa a perder con un turismo cuya finalidad es la juerga nocturna y el “ver qué cae esta noche” que se respira en cada esquina.

El pueblo está sobresaturado y la relación calidad precio de los servicios es decepcionante. Como apenas hay frigoríficos, en las tiendas no venden productos frescos. Hay que comprarlos en los carritos de frutas de la calle. Y la carne sólo la vemos en las cartas de los restaurantes. Tampoco toman leche, pues son más aficionados al té. Pero lo peor es el ambiente nocturno. En las terrazas de los bares venden cubos de playa con un par de botellas dentro para que tú mismo te hagas la mezcla y la remuevas con la pala, de modo que se ven multitud de adolescentes australianos, americanos y europeos con un cubo o dos en el cuerpo dando gritos, tumbos de un lado a otro o metidos en alguna trifulca. Todos bebidos y en pleno frenesí. Ellos desnudos de cintura para arriba y ellas con minifaldas de escalofrío y el rimel corrido en un espectáculo dantesco bastante deprimente  ¿Nos estaremos haciendo viejos nosotros?

Pasamos nuestro último día descansando en la piscina de nuestro superchalet de Kata Beach. Volvemos a por los pankekes de Nutella que Ainoa no perdona y nos preparamos para la siguiente etapa. Aquí sin embargo el ambiente que se respira es de relajación absoluta. Aunque estamos en temporada baja, los tailandeses resultan tan pesados como los balineses intentando arrastrarte hasta su negocio, tienda o chiringo con tal de que les compres algo.

Esta zona de Tailandia está diseñada para el turista occidental. La música en los restaurantes y bares, los productos de marca y la ropa de diseño para unos turistas la mayoría de piel rosada tirando a rojo cangrejo, descamisados con tatuajes por todo el cuerpo y tripas voluminosas. Casi todo son tiendas de souvenirs y aunque se ven algunos altarcillos, se respira poca vida local a no ser que te adentres en alguno de los pueblos del interior.

En cambio nos llama mucho la atención la belleza de las tailandesas. Una mezcla de exotismo asiático con cuerpos más esbeltos y proporcionados que los de las chinas o japonesas y una fisiología facial muy exótica de rasgos suaves y agradables. Desgraciadamente esto atrae a un amplio turismo sexual que circula por la isla. Se respira un ambiente extraño y podemos ver los reclamos femeninos en acción a nuestro paso con la moto por la playa de Patón, donde por la noche es mucho más descarado. Afortunadamente las niñas solo aprecian que algunas van muy descocadas para salir a divertirse por la noche.

Se ven muchas parejas de occidentales creciditos con tailandesas mucho más jóvenes. Sin embrago es un tipo de prostitución diferente. Por decirlo así: “de larga duración”. Normalmente las chicas les acompañan durante todas sus vacaciones a cambio de una ayuda económica y de que les paguen absolutamente todo; comidas, bebidas, alojamiento e incluso ropa.

Son las dos caras de los paraísos míticos.

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Haz click en la imagen para ampliar el mapa del as Phi Phi
En Camboya, nuestra última etapa asiática, por fin encontramos lo que estábamos buscando

19 de mayo        Camboya: la India y Tailandia que buscamos y nunca encontramos

Volamos a Bangkok, Pasamos otra noche en nuestro hotel de Thong Ta cerca del aeropuerto y de madrugada subimos a otro avión para aterrizar dos horas después en Siem Reap, el pueblo a las puertas de las ruinas de Angkor  y cuyo nombre significa “Donde Tailandia fue derrotada”. Como veríamos más tarde, los camboyanos y  tailandeses no son muy buenos amigos.

De nuevo a sacar dinero, negociación con los taxistas y una reserva de hotel por Internet. La guía ya advierte que es posible que te cuenten mil milongas para no llevarte al hotel que  tienes reservado, si no a otro en el que tienen comisión. Incluso llegan más allá: si no tienes hotel es posible que veas tu nombre en algún cartel de alguien que viene a recogerte, porque las aerolíneas les pasan las listas de pasajeros a los taxistas de Siem Reap y es difícil escapar de ésta sin previa propina.

Nosotros insistimos en que nos lleven a nuestro hotel a pesar de que el conductor nos cuenta que se ha ido la electricidad en esa calle y que el hotel está a oscuras. El taxista es un chico joven que parece bastante formal y efectivamente cuando llegamos no hay luz en toda la calle y los del hotel se desentienden. Les llamamos de todo menos guapos y pedimos al taxista que por favor nos acerque a otro que conozca él. De camino paramos en otro, nos parece buen precio y nos quedamos, pero sólo tenemos dos días para visitar las ruinas y ya hemos perdido una hora. Como no tenemos tiempo de andar mirando y preguntando negociamos con el taxista un tour para los dos días.

En Siem Reap encontramos al fin el ambiente y el espíritu que esperábamos ver y nunca hallamos en la India o Tailandia Nos llevamos una grata sorpresa con el pueblo, que se ve está creciendo a pasos agigantados con bastante inversión hotelera pero también con infraestructuras, carreteras y comercios de forma ordenada. La ciudad es pequeña, pero muy limpia y bien organizada. Con grandes avenidas arboladas, parques y canales de agua rodeando las carreteras de asfalto sobre tierra rojiza. Los turistas se entremezclan con la población local, mucho más amable y sencilla que otras orientales con las que nos hemos encontrado.

Camboya tras salir hace apenas diez años de la época más negra de su historia, la tiranía impuesta por Pol Pot y los jemeres rojos, empieza a ahora a abrirse al resto del mundo como destino turístico impulsado principalmente por las espectaculares ruinas de Angkor, el conjunto templario más grande de la Tierra.

Después de ducharnos, pues estamos a unos cuarenta grados y una humedad de más del 90%, nos vamos con nuestras cámaras, neverita y unas botellas de agua que nos compra nuestro amigo a precio local, a las famosas ruinas de Angkor. La entrada cuesta la friolera de cuarenta dólares por persona por dos días, pero desde luego que merecen la pena. El complejo de las ruinas es inmenso con un montón de templos desperdigados por los cuatro puntos cardinales. De camino, Chetra, nuestro taxista particular, nos va contando algunas anécdotas y relatos de la vida de los antiguos reyes y de las ruinas en un inglés bastante aceptable.

Procuramos irnos rápido a la sombra porque no hay quien esté al sol y aún así sudamos lo que no está en los escritos. Pero casi nos da un ataque cuando comprobamos que algunas de las chicas locales que venden en los puestecillos están tapadas de arriba abajo e incluso con guantes. No damos crédito. ¡Algunas llevan medias debajo de los pantalones! cuando les preguntamos algunas nos dicen que es para que no les de el sol y entonces contestamos: pues echaros loción para el sol: - No money, no money…¡Pero si cuestan más los guantes que la loción!. No entendemos nada. El asunto es que nos vamos bebiendo las botellas de agua como si no hubiéramos bebido en años.

Comenzamos por Angkor Wat el templo principal. Las dimensiones son indescriptibles. La estructura principal aparece rodeada de un formidable lago de forma cuadrada que se atraviesa por una larga pasarela que da a la entrada del rey desde la que se ven las cinco torres que son el símbolo más importante de Camboya y aparecen representadas en su bandera.

El conjunto arquitectónico es enorme. Lleno de galerías, piscinas interiores y paredes con sensacionales labrados con figuras de Dioses y reyes del antiguo imperio Khmer representadas actitud de guerra contra el reino de Siam. Una preciosidad. Al pasear por dentro uno se puede hacer a la idea de cómo vivían aquellos reyes y todo su séquito, aunque se pasaran el día peleando con sus vecinos tailandeses. Las construcciones están todas hechas de piedras traídas de canteras cercanas, con muros gruesos y muchos pasillos. Abundan los patios interiores pero sobre todo, lo que llama más la atención son los elaborados dibujos labrados en las piedras de los dinteles, marcos de ventanas y puertas.

Al salir, lo hacemos por un lateral del lago, bajo una vereda de árboles frondosos y de copa abierta como paraguas para poder ir por la sombra y donde hay algunas tiendecillas y restaurantes. Nos cuesta llegar al final porque nos acosan continuamente para comprar y sentarnos en sus mesas.

Después, Chetra nos acerca Angkor Tomb o el templo de las caras, de dimensiones en planta más pequeñas que el anterior, pero con más pisos y de decoración mucho más espectacular. Hay caras enormes esculpidas en todas las torres y un laberinto de pasillos en el segundo piso donde las niñas disfrutan un montón. De vez en cuando te encuentras con monjes budistas caminando de aquí para allá y una especie de altarcillos en los que todavía hoy siguen poniendo incienso. Hay mucho silencio y el aire, aunque pesado por el calor, es muy limpio. Nos sentamos un rato en uno de los voladizos a la sombra para refrescarnos y escuchar el silencio. ¡Qué magia…!

Muy cerca queda el muro de los elefantes, la base de otro templo con elefantes de tamaño natural tallados en los frentes y en los pilares, donde las trompas hacen las veces de pequeñas columnas.

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Las torres del templo principal de Angkor Wat se han convertido en el símbolo de Canboya
Y aquí estamos, luchando contra el calor y el "acoso al turista"
Los rostros de piedra de Angkor Tomb nos dejan de piedra
Detalladas esculturas y bajorelieves decoran paredes y muros